La figura del rastreador está en boca de todos desde que comenzó la pandemia. Hay dos modelos: los rastreadores que trabajan desde lugares centralizados desde el que realizan seguimientos y otro como el que realiza nuestra protagonista de hoy, María. Ella trabaja integrada en un centro de salud de Castilla La Mancha. Cuatro al día ha seguido sus pasos en un día normal.
María es la rastreadora del centro de salud de la calle Sillería en Toledo. Trabaja codo con codo con los médicos. Su jornada comienza con la consulta de los resultados del día anterior. Para comunicarles si son positivos o negativos.
Con deberes para los positivos pero también para los negativos. Tras comunicar los resultados María con el seguimiento. Le preocupan un entierro y una fiesta. A media mañana, María se embute en un traje EPI para realizar PCRS y hay que protegerse.
Su compañera Lola le echa una mano con la pruebas para que a María le de tiempo a su siguiente tarea. Tiene una salida: recorre el casco antiguo de toledo en busca de un convento de monjas, donde tiene que hacer una prueba a una recién llegada de la India, solo por precaución. Allí hay otras veinte residentes.