Ya son más de 300 los muertos por el terremoto que ayer sacudió el suroeste de Haití. Los heridos se acercan a las dos mil personas. Cifras que aumentan a cada hora. La situación es muy difícil porque les falta de todo, hasta agua potable. Ya antes de esta tragedia, UNICEF calculaba, por ejemplo, que había casi dos millones de niños haitianos que necesitaban ayuda humanitaria.
Noche cerrada en Jeremie, la localidad más afectada por el terremoto. Ninguna luz hasta que unos focos brillan en la oscuridad: su hospital. O más bien lo que se ha improvisado en el exterior del edificio. Buscamos a un niño, al que ayer, tras el terremoto dejaron abandonado en una camilla con el brazo destrozado, abierto en canal.
Con la mañana, nuevos milagros como unos niños rescatados junto a sus padres de su casa completamente derruida. En un hotel, encuentran un superviviente pero ni siquiera tienen una camilla. Así que cogen la excavadora para bajarle al suelo ensangrentado.
El seísmo, de 7,2 grados en la escala Richter, afectó sobre todo al suroeste de un país. El terremoto se produjo a primera hora de la mañana, cuando la mayoría estaba en los mercadillos, comprando al aire libre. Nadie quiere imaginar, por ejemplo, lo que habría pasado si hubiera sido a mediodía: edificios, como el de la catedral de San Luis, habrían estado abarrotados de gente y buena parte de su techado, les habría sepultado.