En las últimas horas, se han producido ataques a dos centros sanitarios en la ciudad ucraniana de Mikolaiv. Ya son más de una veintena los bombardeos a hospitales documentados por la Organización Mundial de la Salud. Aún en zonas de conflicto abierto, los médicos siguen trabajando.
Al neurocirujano pediátrico Oleksandr Dikhnovskiy le espera una intervención que hasta hace muy poco eran impensable en este hospital. “Ya hemos operado a cuatro menores con heridas de metralla o bala”, cuenta; mientras que una enfermera relata: “Les intervenimos bajo el sonido de las bombas”.
Están en una zona de combate, Járkov. Los soldados ucranianos protegen el edificio, pero muchos creen que pueden ser atacados en cualquier momento porque los precedentes son muy preocupantes. La Organización Mundial de la Salud denuncia que ya han sido atacados 26 hospitales, como la maternidad de Mariúpol.
El otro gran problema sanitario es la falta de suministros, que ya sufre Yana. Está en Kiev y tiene pulmonía. "Las medicinas se están acabando", dice su vecina Katia, que la cuida.
Tampoco ha tenido el tratamiento que necesita Kostya, el niño operado de cáncer hace dos meses en Pamplona y que ha pasado días en un búnker para preocupación de sus médicos: “Todavía estamos en un periodo de rehabilitación que ahora se ha parado por el tema de la guerra”. Afortunadamente, el viernes logró salir de Ucrania con sus padres.
Mientras tanto, para que el material sanitario llegue a los que siguen en Ucrania, Médicos del Mundo y Médicos sin fronteras intentan crear corredores sanitarios para medicamentos. “Para que estas personas que tenían tratamiento de enfermedades crónicas o tratamientos muy, muy esenciales pues no están teniendo acceso a ellos”, expresa Jesús Cruz, de Médicos del Mundo; mientras que Raquel González, de Médicos Sin Fronteras apunta que “ya hay hospitales que indican una escasez de insulina para pacientes diabéticos y en ese sentido, estamos estudiando cómo responder a estas necesidades”.
Además del esfuerzo de las ONGs, se están poniendo en marcha iniciativas como la de Marco Cabrer, un economista mallorquín al que se le ocurrió la idea de recoger material sanitario hace solo unos días y que ya va camino de Ucrania con una furgoneta llena.
“La semana pasada esquiando, pasándolo muy bien con amigos y viendo el contraste que había entre nosotros y la gente que estaba a solo tres o cuatro horas en avión. Empecé a entrar en contacto con distintos hospitales y asociaciones, con dentistas, con farmacias…”, explica.