La familia de Amaia Alonso, periodista de Mediaset España, viaja ya a Burgos desde Ucrania
Amaia Alonso, periodista de Mediaset España, viaja con su familia desde Ucrania a Burgos
Continúan llegando a España refugiados de Ucrania, un proceso que organizan los ucranianos y las pequeñas ONGs
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A España siguen llegando algunos refugiados ucranianos. El proceso lo están organizando, por ahora, ONGs pequeñas o los ucranianos que ya vivían aquí. España es el cuarto país de la Unión Europea con una comunidad mayor de residentes ucranianos, y muchos están ya consiguiendo traer a su familia. Es el caso de nuestra compañera Amaia Alonso, periodista de Mediaset España, cuya familia va camino de Burgos.
El camino hasta España de la familia de Amaia Alonso
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“Nuestra intención era haber salido ayer a primera hora de la mañana desde Polonia, pero la furgoneta en la que viajábamos se estropeó y hasta las cinco y media de la tarde no pudieron darnos dos coches, por lo que ahora, aunque seguimos viajando juntos, lo hacemos en vehículos separados”, ha explicado.
“Por la noche hicimos una parada para dormir en Dresden y hoy a primera hora hemos retomado la marcha. Con nosotros vienen tres mujeres, una de ellas está embarazada, y tres niños. La verdad es que aunque tienen muchísimas ganas de llegar a Burgos, de reencontrarse con la otra parte de la familia española”, agrega, destacando que “vienen muy asustados, tienen mucho miedo porque no saben qué es lo que les va a deparar el futuro”.
“Creemos que podrán reencontrarse con esa familia a lo largo de la mañana de mañana. De momento, vamos a continuar la marcha, pero no olvidemos que como ellos hay muchas familias que salen huyendo de la guerra y buscan refugio en otros países de Europa”, recuerda.
Oksana, de 18 años, se reúne con su familia en Málaga
Es el caso de Oskana, de 18 años, que abraza hoy por fin a toda su familia en el aeropuerto de Málaga. Acaba de llegar su madre la última en huir de Ucrania y les cuenta cómo ha pasado los últimos días escondida en un sótano con “muchos niños llorando, día y noche metidos en los sótanos por el bombardeo”.
El reencuentro se ensombrece cuando reciben la noticia de que el hijo de su vecina acaba de morir en la guerra. “Tiene mi edad y yo tengo 18 años. La gente que va a luchar coge armas que antes no habían aprendido a usar”, lamenta.
Ahora todos se quedarán con Oskana, que vive desde hace años en España. Esa vía, la de ser acogido por uno de los 112 000 ucranianos que ya residían aquí, es la primera que están utilizando los refugiados.
La segunda vía de llegada son las ONGs. Por ahora están trayendo refugiados organizaciones pequeñas, como Expoacción en Asturias, Arraigo, que ha traído a 15 personas a Palanca de Nava, en Palencia, o Juntos por la Vida, que ha fletado un autobús que llega mañana a Valencia
Las ONGs más grandes, como Save the Children, están ayudando en la frontera de Ucrania “proporcionando alimentos básicos, artículos de higiene y primeros auxilios psicológicos”, tal y como señala Andrés Conde, su director en España.
Para participar en un proceso más organizado de evacuación, esas ONGs están esperando directrices del Gobierno, que ahora está coordinando cuántas plazas ofrecen las comunidades. Por ahora, son alrededor de 4 000. Solo en Cataluña ya hay ahora 800 ucranianos en albergues.
Victoria y Mariana vinieron a España de visita cuando estalló la guerra
Entre ellos, está Victoria, que era profesora en Odesa. Vino a hacer turismo y se quedó atrapada. Ahora está en un albergue de Tarragona y como todos los ucranianos, tendrá permiso de trabajo y residencia, pero ella quiere volver cuanto antes. “No tengo planes de quedarme en España ni en ningún otro país europeo. Quiero volver porque tenemos que reconstruir nuestro país”, expresa.
Mariana, que también llegó a hacer turismo, empieza a pensar que la situación se puede alargar: “No queremos ser una carga sobre los hombros de los contribuyente españoles. Quiero ser útil para vuestra comunidad”.
Ella siente culpa por estar a salvo mientras su familia está en un sótano frío y Victoria siente vergüenza por no poder ayudar. Estar a salvo no les alivia.