Francia afronta este domingo unas elecciones que marcarán su futuro político --y en gran medida el de Europa-- durante los próximos años. Será la primera parada de un proceso electoral más amplio que llega precedido de un auge sin precedentes de la ultraderecha y la ofensiva militar lanzada por Rusia sobre Ucrania a finales de febrero.
La primera vuelta de los comicios presidenciales enfrenta al actual inquilino del Elíseo, Emmanuel Macron, con una terna de más de una decena de candidatos. En este grupo sobresalen tres aspirantes a la derecha del espectro político --Marine Le Pen (Agrupación Nacional), Éric Zemmour (Reconquista) y Valérie Pecresse (Los Republicanos)-- y, en menor medida, un izquierdista --Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa)--.
Macron ya no es el recién llegado que en 2017 hizo saltar por los aires a los partidos tradicionales con un movimiento de nuevo cuño, La República en Marcha, que a la postre terminaría dominando también el ámbito parlamentario. Ahora se presenta con el aval de los cinco años transcurridos y con el mensaje de que quedan cosas por hacer, erigiéndose incluso como líder también dentro de la UE.
El anuncio de su candidatura, de hecho, se vio retrasado primero por la pandemia de COVID-19 y luego por el inicio de la guerra de Ucrania, de tal manera que no llegó hasta unas horas antes del cierre del plazo. Sus mensajes claros contra Moscú y sus esfuerzos mediadores parecen haber gustado a gran parte del electorado, una especie de 'efecto bandera' que arrastra a los votantes a posicionarse del lado del líder en tiempos de crisis.