Jordi Ayuso se ha convertido en el mayor ciberestafador de la historia. A sus 23 años llegaba a ganar 300.000 euros al mes a través de fraudes (puede haber 5.000 afectados y el montante puede superar los dos millones de euros) y, además, lideraba un grupo criminal.
Tal era su destreza que fue bautizado por la Guardia Civil como Lupin por Arsenio Lupin, un ladrón de guante blanco famoso. A Ayuso le pudo el ego y también la pericia de la UCO y de una de las colaboradoras del programa de Cuatro al día. Sí, porque gracias a ella, Jordi, que se reía de la gente a la que estafaba y que necesitaba constantemente el reconocimiento a su persona, fue atrapado.
Una grabación en la que aparece actuando fue clave. En ella se jacta de actuar en dos cajeros, "aquí yo con una capucha aquí dentro, qué locura", dice con voz infantil, como si todo fuera un juego hasta soltar un grito al ver el dinero acumulado: ¡Alegría! Y Cuatro al día la ha emitido hoy junto con algunas de las impresiones del propio Jordi, enamorado de su personaje.
Suplantaba la identidad de multinacionales, se metía en sus páginas webs y estafaba a los clientes. Detenerle no ha sido fácil. Cambiaba de dirección cada cinco días y cogía hasta dieciocho taxis en solo 24 horas porque tenía en la cabeza que le vigilaban constantemente. La periodista y colaboradora de 'Cuatro al día' Rebeca Tobelem ha sido quien ha llevado a cabo las conversaciones con el mayor ciberestafador de la historia en España.
En ellas el joven reconoce su modus operandi, que tiene menos de 30 años y que lleva seis años en una actividad en la que no está solo porque todo el proceso requiere inversión. Es consciente de que hay una parte de sus colaboradores que se comen el marrón, porque las fuerzas de seguridad han estado cerca de atraparle en dos ocasiones y ya han cazado a algunos de los suyos. Y todo ello se lo reconoce a Rebeca en una conversación telefónica en la que le intenta sacarle toda la información posible para ayudar a los investigadores a cazarlo. La propia periodista reconoce con sorpresa que el afán de notoriedad y sentirse como el mejor ciberestafador era palpable en la personalidad de Jordi.
Pese al tono de voz, lo cierto es que el joven no era nada inocente. Contrataba sicarios para amedrantar a los colaboradores que le creaban problemas y llegaba a decirles que no sabían con quién estaban hablando porque él tenía contactos. Se veía capaz de torcer el brazo a los 26 juzgados que le perseguían y a los expertos de la UCO. "No sabes con quién estás hablando, tengo contactos, en el juzgado, en la Audiencia Nacional, en la Policía y te voy a mandar un recadito", dice en las grabaciones. Y lo cierto es que no fue una pieza fácil de atrapar. Los equipos de seguimiento eran “mordidos” cada vez que intentaban darle caza. Siempre se escapaba. Hasta ahora. Los datos de Rebeca y la pericia de la UCO, a la que el ciberestafador admiraba: "son los únicos que me pueden coger", decía, han servido para cazarle al fin.