Al llegar a Malpida de Bergantiños y durante su viaje por la Costa de Morte, Jesús Calleja ha podido conocer a Selene, una chica de 24 años que quiere ser pastelera y redera. Nada más presentarse, la protagonista de esta historia deja clara su preocupación por la cantidad de plásticos y de basura que ensucian el mar: "Si veo a alguien tirando algo al mar, le pego una colleja", le responde a Calleja cuando bromea con tirar desperdicios al agua.
Aunque las nuevas generaciones están poco interesadas en seguir con la tradición de sus familias y dedicarse a profesiones relacionadas con el mar, Selene quiere ser redera y, a pesar de todos los problemas que se está encontrando, espera poder matricularse en un curso que le permita sacarse la titulación oficial para poder desempeñar este trabajo.
"Me están poniendo muchas pegas. Para poder ser redera, tengo que ser marinera o casarme con un marinero", le cuenta Selena a Calleja, el cual no pide creerse lo que está escuchando. "Soy hija y nieta de marineros, rederas y patrones, pero no puedo entrar si no me caso o saco la titulación", le explica esta joven que también estudia pastelería.
Aunque ser redera no es un trabajo fácil y las jornadas diarias son largas, los sueldos están por debajo del salario mínimo interprofesional. Estas malas condiciones están haciendo que sea casi imposible encontrar a alguien que quiera seguir fabricando redes, las cuales solos las manos humanas son capaces de fabricar.