De la mano de los españoles Inverge Studios nos llega Effie, un juego clásico de plataformas en 3D con un marcado toque rolero que nos da la posibilidad de explorar un nuevo mundo. El juego supone el debut en consolas del joven estudio, con un juego desarrollado gracias al programa PlayStation Talents, en su Games Camp de Valencia.
Con la intención de devolver al jugador aquellas sensaciones que nos dejaron juegos como Ratchet and Clank, Medievil o Jack and Daxter, y con una estética que nos recuerda a grandes éxitos de Nintendo como The Legend of Zelda: Ocarina of Time, Effie intenta hacerse un hueco en el olimpo de lo videojuegos. ¿Cuenta con armas suficientes para ello?
La respuesta rápida es no. Y es que Galand, el protagonista de esta historia ni siquiera hace uso de una espada, un fusil o cualquier otro arma con la que defenderse. De hecho, uno de los puntos diferenciadores que hace especial esta aventura es que Galand va ataviado con un escudo multiusos que, además de servirle para repartir mamporros y por supuesto bloquear ataques, le servirá como paracaídas o como tabla de surf, entre otros usos. Y es que el uso de nuestro escudo durante nuestra aventura hace que Effie sea diferente a la horda de juegos que han llegado antes que él al tan trillado género plataformero. Recorrer el mapa subido en nuestro escudo / tabla de surf, es uno de los placeres que nos da la aventura de Inverge Studios, amén de que usar los propulsores que encontraremos repartidos en nuestro camino nos ayudarán a alcanzar velocidades que nos permitirán incluso desbloquear algún trofeo.
Y es que decimos que recorrer este mapa es un placer porque es precisamente el diseño del mundo que nos ocupa otro de los puntos más fuertes de este juego. Con un estilo gráfico que ya hemos visto en diversas ocasiones y que nos recordará a la época dorada de Nintendo 64, Effie nos invita a movernos con libertad por el mapeado hasta llegar a alguna de las cinco localizaciones que debemos superar. En este sentido el estilo de juego nos recuerda bastante a la saga LEGO, puesto que una vez entremos en alguno de estos escenarios obligatorios en la aventura, el estilo de juego cambia a un plataformas clásico. La diferencia con esta saga es que en esta ocasión contamos con total libertad para enfrentar cualquiera de las cinco localizaciones en el orden que prefiramos.
Si el diseño del mundo libre es brillante, el de estos escenarios fijos quizá no lo sea tanto, con zonas que debemos superar que nos sonarán de cualquier otra aventura. Pinchos que salen del suelo, hojas de sierra que intentan convertir a nuestro anciano personaje en carne picada y cualquier otro cliché que ya hemos visto en unas cuantas ocasiones. Además, para superar con éxito un juego de plataformas es imprescindible la precisión. Effie no es el juego perfecto en este sentido, y de hecho la cámara juega malas pasadas relativamente a menudo, lo que llega a ser frustrante en muchas ocasiones. Además, el hecho de que se nos de libertada a la hora afrontar el nivel a veces resulta en que no tengamos idea de hacia dónde ir haciendo que pese sobre nuestras cabezas la sensación de que estamos perdidos y perdiendo el tiempo.
La historia de fondo que nos lleva a todo esto es también algo que hemos visto en muchas ocasiones tanto en videojuegos como en películas o literatura. Un joven que tiene la suerte de contar con un don especial, en este caso la fuerza, rehusa ayudar a una anciana que le requiere dejándose llevar por los brazos de la pereza. La viejecita, que resulta ser una poderosa bruja, hace caer sobre él la maldición de saber que se siente siendo anciano y le convierte en nuestro canoso protagonista, un octogenario que debe dirigirse a la morada de los sabios para revertir su maldición y volver a saborear las mieles de la juventud. Como veis, una historia que, aunque cuente con diferentes matices, ha sido contada en infinidad de ocasiones.
Otro de los puntos negativos del juego es su duración. Con algo de dedicación nos bastarán poco más o menos de cinco horas para completar nuestro periplo. Es verdad que el componente rolero de Effie lo va a alargar algo. El hecho de tener que recoger orbes para acumular experiencia y que nuestras tareas nos resulten más fáciles nos hará intentar recorrer cada rincón de cada mazmorra que visitemos, lo que significará pasar más tiempo con el mando entre las manos que si fuésemos a terminar cada nivel de una manera más directa. Pero es una manera artificial de prolongar la aventura, aunque bien es cierto que es un recurso habitual en este tipo de juegos. Al menos, Inverge Studios no ha abusado de otro de los trucos clásicos en sandbox de mundo libre, como es poner misiones consecutivas en puntos opuestos del mapa para obligarnos a usar más tiempo recorriéndolo, pero en global, la duración de Effie es muy escasa si lo comparamos con los titanes a los que pretende parecerse.
Algo que también nos llama la atención de una manera negativa es el diseño del personaje. Como hemos dicho, nos cuentan la historia de un chico convertido en anciano, pero a la hora de la verdad Galand se mueve con la naturalidad de un veinteañero, y al final la única pista que tenemos sobre su edad es el color de su pelo. Ni la forma de moverse ni la rapidez de movimientos nos indica que estemos ante un anciano, y es algo que chirría, que no encaja nada bien con la historia que nos están contando.
Effie es en definitiva una propuesta que empieza de una manera ilusionante, con un estilo visual y de juego que nos atrapa en principio y al que se le perdonan los primeros fallos. Pero a medida que nos vamos adentrando en la aventura la sensación de decepción se acrecienta hasta terminar dejándonos una sensación más agria que dulce. Su asequible precio comparado con los grandes lanzamientos -19.95€- y el componente nostálgico que nos entregará a los que hemos crecido con los clásicos plataformas de los primeros años de PlayStation son las grandes bazas con las que cuenta para hacerse hueco en el corazón de algunos jugadores. Inverge Studios ha demostrado talento y buen hacer con esta aventura, pero su duración y los errores cometidos acaban lastrando una experiencia que, de corazón esperamos, no sea la última.