Entre los videojuegos más esperados de esta primera mitad de año es Doom Eternal, sobre toda después de confirmados un buen puñado de retrasos de títulos importantes que se van a septiembre o más allá. Afortunadamente, la nueva entrega de la mítica saga demoníaca de ID Software llegará el próximo 20 de marzo (después de haber sufrido también algún retraso).
El reinicio de la saga llegó en 2016, con un título que nos devolvía la jugabilidad clásica de las primeras entregas. Aquél shooter frenético repleto de enemigos terroríficos, pasillos interminables y la necesidad constante de recolectar munición, vida y armadura volvía con toda la frescura de antaño y con algunas modificaciones que modernizaban la propuesta. Doom Eternal es la continuación de aquel y, tras jugar a las cuatro primeras horas del juego, podemos decir que estamos deseando que llegue el lanzamiento para seguir enfrentando al infierno en el que se ha convertido el planeta Tierra.
Los demonios han devastado la Tierra y los pocos humanos supervivientes se refugian como pueden en estaciones orbitales. En el juego, a nosotros nos toca ponernos las botas del marine de Doom de toda la vida, empeñado en salvar lo poco que queda de la humanidad. Una causa perdida, pero, ¡qué le vamos a hacer! Así, empezamos el juego en una estación en orbita de la Tierra y abriendo una serie de portales que nos llevarán a la superficie a cumplir una serie de misiones. Así, iremos desbloqueando zonas de la estación que nos dará acceso a mejoras y ayudas para el combate.
Pero, como de costumbre, en Doom lo más destacado no es su guion, sino su acción desenfrenada desde el minuto uno. Así, tras un breve momento de puesta en escena, ya estaremos tirando de gatillo y eliminando demonios. Y, por el camino, iremos recordando los controles clásicos de este shooter que sigue tirando de nostalgia y vieja escuela. Pero, a pesar de que el guión del juego puede parecer algo accesorio, en este caso tiene una presencia más acusada que en otras entregas y el juego hace un esfuerzo extra por que nos interesemos por la historia que subyace tras tanto combate sangriento. Así, una serie de coleccionables repartidos por los mapas del juego van contando detalles de la historia para los más curiosos.
Lo mejor de esta nueva entrega de Doom es que sigue manejando su jugabilidad clásica, su estilo de siempre, pero con un buen puñado de mejoras que se añaden a la fórmula. Aquí todo se trata de tener puntería y gestionar los escasos recursos repartidos por el mapa, mientras esquivamos a las hordas de demonios que nos acosan. Así de simple pero, añadiendo capas y capas de elementos que van complicando y haciendo más divertida esta fórmula a medida que avanzamos.
Mejorar la propuesta del Doom de 2016 sólo se podía hacer de una manera: aumentando sus cifras. Así, el juego parece mucho más extenso, con mapas mucho más grandes y con una variedad de enemigos mucho mayor. Hay demonios de todo tipo, a muchos ya los conocemos de entregas anteriores y ahora hay muchos más. Cada uno de ellos tiene sus puntos débiles e iremos aprendiendo cuál es la mejor manera de eliminarlos.
Por ejemplo, cuando nos enfrentemos al Aracnotron, lo mejor es destruir la torreta superior con una granada pegadiza o con misiles, así le debilitaremos y no podrá atacarnos desde lejos. Lo mismo pasa con los lanzacohetes del Revenant, son sus puntos débiles así que hay que concentrarse en ellos para poder tener alguna posibilidad de eliminarlo. En el caso del mítico Cacodemonio, lo mejor es lanzarle una granada cuando tenga su enorme boca abierta: se la tragará y su explosión lo dejará aturdido y a merced de nuestra ejecución.
En cuanto a los mapas, nos ha impresionado ver lo enormes que pueden llegar a ser y su enorme variedad. En las primeras cuatro horas combatimos en gigantescos templos demoníacos, por los escombros de ciudades devastadas, en un complejo de centinelas situado en unas cumbres nevadas o en entornos repletos de lava. Y, esta vez, hay mapas muy verticales. De hecho, exageradamente verticales, en algunos casos. Y esto hace que los combates ganen mucha variedad, ya que pasamos de los pasillos o estancias abiertas pero horizontales, a algunos mapas con un buen puñado de niveles verticales entre los que podemos ir saltando mientras disparamos, nos cubrimos y recogemos recursos. Además, ahora el marine puede dar dobles saltos, dar impulsos en el aire para alcanzar plataformas lejanas, agarrarse en el aire y balancearse en postes horizontales y hasta agarrarse a muros para trepar, descender o dar el siguiente salto para seguir ascendiendo. Una serie de habilidades, al más puro estilo Tomb Raider, pero que no le sientan nada mal a la jugabilidad de Doom.
Por supuesto, poco a poco, iremos aumentando el arsenal a nuestra disposición, con diferentes escopetas, ametralladoras, lanzamisiles, rifles de plasma, etc. Y podremos ir añadiendo mejoras a todas esas armas a medida que vayamos encontrados elementos para personalizarlas. Esas mejoras añadirán un disparo adicional a cada arma que activaremos con el gatillo izquierdo y que podremos intercambiar a voluntad, dependiendo del estilo de juego de cada uno.
Pero, además de tener cada vez más armas de fuego y una variedad cada vez mayor de maneras de utilizarlas, también podremos ir adquiriendo diferentes habilidades y armas secundarias para nuestro marine. La motosierra, el lanzallamas, las granadas, un guante para golpear el doble de fuerte, se irán añadiendo a nuestro equipo y nos sacarán de diferentes apuros. Pero, además de esto, ganaremos una serie de habilidades (doble impulso en el aire, golpeo más duro…) que tendremos a mano para usar en combate. Disponemos de un máximo de 3 para usar al a vez, pero podremos intercambiarlas a voluntad para adaptarlas a nuestro estilo de juego.
También se ganan puntos de experiencia tras cada nivel, unos puntos que podremos después emplear para conseguir ayudas en combate como, por ejemplo, hacer que dure más el tiempo de aturdimiento de los enemigos.
Otro de los elementos que ya era muy característico de la entrega de 2016 es el de las ejecuciones. Aquí vuelven a tener un gran protagonismo, primero por su vistosidad (la variedad de ejecuciones para cada enemigo es alucinante) y, después, por su importancia táctica en el combate. Realizar ejecuciones es casi obligatorio en muchas escaramuzas para eliminar a los enemigos cuando quedan aturdidos y, hay que tener en cuenta que hacerlas nos reportan cuantiosas recompensas en forma de salud, armadura o munición. Y en un juego donde todos estos recursos son realmente escasos, una ejecución puede darnos ese puñado de balas imprescindible para conseguir salir con vida de un nivel.
Los mapas están repletos de secretos, lugares ocultos y recompensas escondidas en los lugares más inesperados. Y además te encontrarás con los Portales del Slayer, unos portales que te llevarán a enfrentarte a retos opcionales. Estos retos endiablados te cargarán de recompensas para mejorar tus habilidades y armas si consigues superarlos.
En resumen, Doom Eternal mejora la fórmula que nos devolvió la saga clásica en 2016. Todo sabe a Doom, pero cuenta con mucha más diversión y muchas más opciones de juego en sus enormes y alocados niveles. Estamos deseando sumergirnos de nuevo en el infierno, a partir del 20 de marzo.