Warhammer es un pozo sin fin de historias, en cualquiera de sus vertientes. Con el fin de Warhammer Fantasy llegó Warhammer Age of Sigmar, un universo que cada vez atrapa a más jugadores, en gran parte gracias a la calidad de sus figuras. Y que por fin da el salto a los videojueguitos que tanto nos gustan y lo hace, como no podía ser de otra manera, con el género aliado de Warhammer, un RTS.
Desarrollado por Frontier Developments, este RTS, Warhammer Age of Sigmar: Realms of Ruin –cuyo nombre acortaremos a partir de ahora- está disponible en PS5, Xbox Series X/S y Pc, donde lo hemos jugado nosotros a través de Steam.
Realms of Ruin nos presenta a cuatro facciones disponibles de inicio para jugar en cualquiera de sus modos, los cuales explicaremos más adelante. Son cuatro facciones representativas del universo de AoS: orkos mandamalos, las noctánimas, los discípulos de Tzeench y los poster boys de allí, los forjados en la tormenta. Cada uno cuenta con unas mecánicas y unidades propias. Aunque todas comparte el mismo triángulo de ventajas, existen 3 tipos de unidades básicas, tanque, daño y a distancia. Un esquema como piedra, papel y tijera sería algo así, tanque gana a distancia, distancia gana a daño, daño gana a tanque. Existen habilidades, mejoras y tier de soldados que pueden equilibrar este esquema, pero en general suele ser así. Existe, además, un cuarto tipo, los héroes, todos con debilidades y fortalezas únicas que los hacen buenos en determinadas situaciones, pero no son de por si más fuertes o débiles según con quien se enfrenten.
Existen tres modos que podemos jugar, siendo la campaña la que sirve también de tutorial. Son 18 capítulos, el último es un prólogo bastante sencillo por lo que igual ni haría falta contarlo, que se pueden hacer fácilmente en unas 10h, si ya queremos completar todos los desafíos que nos ponen y hacerlo en más dificultad pueden aumentar mucho más las horas. La historia es entretenida, nos enseña lo básico del lore de AoS, nos presenta a los caballeros de dorado, a sus enemigos y por supuesto que no es oro todo lo que reluce. La historia en sí es bastante predecible en el momento en que conocemos algo de Warhammer y está Tzeench por medio, sin embargo las cinemáticas y las misiones tan distintas hacen que sea una campaña difícil pero bastante agradable de jugar.
Como hemos dicho la campaña es casi como el tutorial del juego, nos sirve para aprender las mecánicas de Realms of Ruin, aunque se hace bastante escueto y no mencionan algunas cosas que pueden ser bastante importantes. También sirve para usar las distintas facciones y familiarizarnos con ellas, empezamos con los Forjados en la Tormenta, después pasamos a los discípulos de Tzeench y por último cambiamos a los orkos mandamalos, después se van turnando. A los que no vamos a manejar en la campaña, siendo para nosotros un desperdicio, es a las Noctánimas, los fantasmitos se tienen que usar en otros modos por lo que casi que vamos a ir de nuevas cuando queramos usarlos. Una campaña más larga con una división más clara entre las distintas facciones, algo más parecido a lo que era la campaña del Warcraft 3 le hubiera sentado genial y le hubiera dado el peso necesario a la campaña para hacerla mucho más interesante. Tal y como se ha hecho es solo un aperitivo, una muestra para vender el modo principal de este título, el PvP.
Si bien existe otro modo antes, la Conquista, es un modo repetitivo, en el que elegimos una facción y tenemos que enfrentarnos a otra avanzando por un mapa de campaña, luchando batallas muy parecidas una y otra vez. Con la única diferencia que habrá mapas que contengan reglas especiales que hagan más fácil o difícil su conquista. Un modo que tendría más alicientes si aparecieran todas las facciones a la vez.
Pasamos al, como hemos dicho, modo principal. El PvP se basa en lo que vendría siendo un MOBA, parecido. Se enfrentan dos jugadores, con la facción que hayan elegido, tienen una base principal de la que aparecen las unidades nuevas, se trata de ganar terreno conquistando yacimientos que nos dan recursos, aparte de puntos estratégicos que restarán puntos de victoria al enemigo. En los yacimientos se pueden construir otro tipo de edificios que potenciarán o defenderán un área. El objetivo final es o bien ganar por punto o bien destruir la base enemiga, su formato de juego, que ya se ve en la campaña, es de limitación de recursos, optimización y mucha microgestión. Los mapas constan de varios pasillos donde van convergiendo intersecciones y puntos para conquistar, la movilidad la dan unidades específicas, siendo la mayoría absurdamente lentas, por lo que la gestión de los caminos es lo más importante de todo. Por supuesto la niebla de guerra hace que sea casi imposible saber los movimientos enemigos y usar las habilidades de las unidades puede hacer que nuestro progreso se vea interrumpido ya que consumen recursos.
Hablar de la estética es hablar de las miniaturas, puesto que artísticamente es una traslación de la mesa al videojuego, pero eso no las hace planas. Lo bonito de todo esto es la personalización y los personajes principales se sienten personalizados, tienen su forma de ser, sus rostros propios, su estética algo más única, algo que los hace diferentes. Por supuesto esto se siente más en los Forjados en la Tormenta que son los principales y tienen más personajes con nombre rondando, sin embargo el resto no se queda atrás y en los orkos podemos ver también como parte de su carisma propio también llega a los diseños. Una de las mejores adiciones en este sentido es el pintador de ejércitos, una herramienta que nos permite personalizar a nuestras unidades con esquemas de colores diferentes y que no es la primera vez que vemos en un título de Warhammer, aunque si es la primera vez que es tan completo. En los mapas también vemos variedad, teniendo diferentes tipos de escenarios, desde desiertos hasta ciudades en ruinas o planicies.
En la optimización diremos que hemos tenido problemas en uno de los capítulos, donde nos ha crasheado hasta 4 veces, solo nos ha pasado en ese capítulo y después de guardar en medio de la misión e instalar nuevos drivers no ha vuelto a pasar. Por lo demás ha ido bien, algún parón en alguna cinemática, pero nada serio. No tiene función de autoguardado, importante. Conforme al resto del juego, la IA tiene comportamientos extraños, no por la enemiga, sino más bien por nuestras unidades, las cuales vienen con el modo pasivo de serie y sin cambio, haciendo que tengamos que tener en nuestra microgestión un ojo puesto en las unidades que dejemos paradas en algún sitio, puesto que si nos atacan se quedarán recibiendo sin intentar responder mientras no se acerquen a su rango de ataque.
Warhammer Age of Sigmar: Realms of Ruins es un RTS que se centra mucho en su PvP, dejándonos una campaña predecible y que exuda potencial en poco más que un tutorial corto y que nos deja con ganas de más por lo bien hecha que está y sus misiones tan diferentes. Ni siquiera nos dejan probar a una de las facciones, que al final se queda de saco de boxeo casi toda la campaña. Para los fans de las miniaturas sí que es una gozada, puesto que se ven sus propias minis en movimiento, los personajes son únicos y pueden dar ideas para personalizar a las minis propias y por si fuera poco con el pintador de ejércitos se pueden probar esquemas de colores que después se pueden trasladar a la vida real. Sin duda Realms of Ruin hace una cosa bien y es vender plástico y pinturas.