“Vamos a hacer un remake de Resident Evil 2 para los fans” dijeron en Invader Studios. Y lo empezaron. Y lucía espectacular. Era como mejorar RE4 recreando la segunda entrega. Conste que luego, el remake de Capcom es uno de los megatones de la pasada generación y que sigue luciendo absolutamente espectacular en la actual, pero los dueños de la franquicia les obligaron a desistir. El resultado: Daymare: 1998. Un muy buen survival horror que supo mantener el tipo pero que no resaltó, dado que no aportaba lo necesario como para sobresalir. Pero las segundas oportunidades están para aprovecharse, y aunque la primera entrega de Daymare funciona, la segunda busca la absoluta redención. La cuestión es, tras jugarlo de principio a fin, ¿lo consigue? Desde el punto de vista de un fan de los Survival Horror más hardcore, sí y no.
Daymare: 1994 Sandcastle es no bueno, sino muy bueno. Pero también queda como un quiero y no puedo en varios apartados. No obstante, y sin ánimo de desmerecer ni lo más mínimo la obra de Invader, vamos a ir paso a paso explicando este veredicto.
Dahlia Reyes, militar y científica, va a ser el epicentro y a pasar esta vez el “mal rato” como buen miembro del equipo H.A.D.E.S. (añadamos que a quien suscribe, esta nomenclatura le parece espectacular siempre), si bien esta vez el tema se plantea como una precuela, y en nada menos que el Área 51. Vamos a llegar hasta los secretos más heavys del recinto protegido de los EEUU, ese que hasta hace poco “no existía”, estableciendo un orgasmo cerebral para los fans de las conspiraciones y usuarios de canales de Youtube de ocultismo y/o “investigación” (entre muchísimas más comillas de las que hemos añadido).
La historia de Dahlia es muy buena, y tiene más profundidad que muchos personajes de otras sagas de terror (o survival, debemos decir, dado que este juego no busca dar miedo, sino sobrecoger y trasladarnos una sensación de indefensión que fuerza la gestión de recursos). Pero ahora, hablemos de la mecánica, que es justo donde a un servidor le ha venido el bajón. El juego, a nivel de combate, no es fácil. Está en la media, lo que cabe esperar de un producto que juega contigo y con tu paciencia. Pero a nivel de exploración del entorno, es demasiado sencillo. Es curioso porque, pese a que no suele tratarse el tema, los survival de la familia Alone In the Dark / Resident Evil / Silent Hill etcétera, suelen tener un cierto componente de Metroidvania por aquello de explorar, encontrar y volver atrás. En este se lo han tomado en serio, y por ello contamos hasta con un escáner para analizar el entorno y recibir información útil para la historia y los puzzles. De hecho, contamos con un arma nueva que nos permite incluso interactuar, una congeladora que sirve con enemigos pero también con el entorno.
Por tanto, tenemos todos los ingredientes para una exploración laberíntica y llena de rompecabezas súper potente, que no va a ocurrir. Y es que si bien vamos a vivir una experiencia algo más solitaria (pero más intensa) que en el primer juego, se ha dedicado muy muy poco a conseguir una exploración desafiante y de agradecer. Lamentablemente, y salvando el trasfondo argumental, el juego consiste en seguir adelante. Sí, hay puzzles. Sí, hay algún desafío mediano. Pero es ir área por área matando al enemigo/enemigos y resolviendo algún desafío, y vuelta a empezar. Una a una iremos superando las áreas, sin mayor repercusión que decir que pasamos a lo siguiente y que tal vez nuestro rifle de congelación nos ha permitido reventar en pedazos a un enemigo o atravesar una zona.
Y no nos equivoquemos, resulta altamente satisfactorio superar desafíos. El control funciona a la perfección, es eficaz y si bien no vamos a sentir miedo, el entorno está hecho con muchísimo gusto y los enemigos están a la altura de una zona conflictiva estadounidense como el Área 51. Pero el terror lo dejamos para otra entrega. Si se me permite la comparación (aunque para la misma hace falta tener la manga ancha, varios metros incluso), el regusto es algo similar al de Dino Crisis 2. No, aquí el tema no se plantea como una suerte de speedrun a ver quién atraviesa un área antes y matando a más bichos. Pero la primera entrega sí que lograba tensión, y la segunda pega un bajón (y eso que el primer Daymare no provocaba demasiada por la naturaleza de las criaturas).
Dedicamos el último apartado de este análisis a hablar del tema gráfico: el juego vive 100% en la generación de PS4/Xbox One. ¿Es eso malo? Ni muchísimo menos. Pero no debemos esperar, salvando algunos efectos del entorno o gesticulaciones faciales, nada que no llevemos viendo varios años. El gráfico no es el aspecto que más nos va a sorprender. Ni de lejos. Y resulta una auténtica lástima, porque a nivel de diseño, es un excelente trabajo.
Daymare: 1944 Sandcastle es un buen survival (con poco horror) y que resulta una gran adición a una saga incipiente, que sin duda mejora aspectos, añade trasfondo, mejora incluso el funcionamiento y el arsenal, pero que no nos va a sorprender, ni a asustar, ni a deslumbrar. Un juego más que correcto, que alcanza el notable en algunos aspectos, y que funciona muy bien. Pero que no logra sobresalir como para ser un producto necesario dentro del catálogo ni del género, ni de la nueva generación.