Análisis de Darkest Dungeon 2: la maldición de una primera entrega insuperable
La secuela del fabuloso roguelike Darkest Dungeon llega con novedades e intentando estar a la altura del primer título
Las segundas partes nunca fueron buenas, aunque sería más correcto decir que las segundas partes a veces no son necesarias. A veces, hacer una segunda entrega de algo es contraproducente, por no estar planeada o porque la primera ha sido tan buena que cualquier cosa va a ser peor.
Darkest Dungeon 2 llegó hace poco para devolvernos a un oscuro mundo donde todo es injusto, se esperaba con ansias, un título desafiante, que recogiera el testigo de su predecesor y nos trasladara a nuevos retos junto a nuevos héroes. Sin embargo, la experiencia de Red Hook Studios ha sido algo decepcionante, al construir la entrega sobre otros cimientos completamente distintos, al convertir a este segundo título en un Roguelike donde seguimos teniendo combates por turnos pero la construcción de los personajes es nula y donde morir da los mismo. Se puede jugar en PC en diferentes plataformas, aunque nosotros lo hemos jugado en Steam.
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Las comparaciones dan asco
Darkest Dungeon 2 sufre la maldición de una primera entrega difícilmente superable, no solo por la maravilla que fue en casi todos sus aspectos, si no por la facilidad de la comunidad para hacer mods que ampliaran la experiencia, añadiendo nuevos tipos de héroes muy bien equilibrados. Aunque no solo se quedaban ahí, también había mejoras para los héroes ya existentes o para reducir mecánicas que pudieran ser “demasiado” injustas, eso sí, como siempre bajo la propia discreción de cada individuo.
Dicha maldición hace que esta segunda entrega tuviera que intentar innovar para estar a la altura, ya que hacer algo más continuista hubiera sido más difícil que lograra superar a su primera entrega, sobre todo con las expectativas que ello genera. Ciertamente, su innovación va por un buen camino, ya que añadirle el toque roguelike se mezcla bien con el combate por turnos y la exploración que ya veíamos en el primer juego. Si bien esto choca de frente con otros dos aspectos muy marcados del anterior.
Por un lado, tenemos a los héroes, no cambian prácticamente nada con respecto al primer Darkest Dungeon, quitan a un personaje para añadir otro y al Flagelante le cambian el daño a veneno, dejando el resto casi igual. Los elementos RPG del primero son sustituidos por algo más hueco, dejando de lado la construcción lenta y las mejoras por algo más rápido como son los rasgos y los objetos. El equipo es elegido al inicio de la aventura y va a ser fijo, salvo que muera alguno y en la siguiente posada añadamos algún otro personaje, aunque esto pocas veces lo vamos a usar dado que si muere un héroe lo más normal es que acabemos palmando en la pelea final antes de la posada. Esto da lugar a la pérdida de la parte más estratégica de la primera entrega, la construcción del equipo y mejora de los héroes, ahora eliges un equipo y hasta el destino es aleatorio por lo que planificarse para aprovechar las desventajas de los enemigos es...inútil.
El segundo aspecto que choca con este nuevo estilo roguelike es la muerte, en este juego vamos a morir, pero no en plan se va a morir un personaje y ya reclutaré otro...no, el equipo entero va a morir y nos va a dar absolutamente igual, las peleas son más injustas, las probabilidades son devastadoras y lo más normal es que acabemos teniendo que mandar una nueva diligencia porque esta no tiene futuro. Al perder los elementos que nos permitían ganar cierta ventaja antes del combate, ahora solo dependemos de lo que el RNG quiera darnos, rasgos positivos útiles, aprovechar esos rasgos para que creen vínculos positivos en lugar de negativos, objetos buenos y que creen sinergias con los héroes que llevamos y sobre todo que no fallemos con probabilidades de golpe altas.
Una secuela aún más injusta
Después de esto, dejemos de lado el primer título y centrémonos en lo que nos aporta Darkest Dungeon 2. Como decíamos, ya no hay pueblo al que volver, es todo un camino por el que tenemos que avanzar para al final llegar a una mazmorra oscura, si morimos empezamos desde el inicio y según hayamos avanzado nos dan unas velas con las que desbloquear objetos, habilidades y héroes que usar en próximas expediciones. En el camino también podremos explorar, avanzando por zonas donde explorar o encontrar objetos, también curarnos o eliminar rasgos negativos o bloquear positivos, aunque todo tiene un coste y si no hemos encontrado suficiente dinero en el camino nos quedaremos con las ganas.
Este avance inexorable hace que más de una vez nos enfrentemos a situaciones donde simplemente querríamos empezar de cero en lugar de intentar algo fútil. Antes lo decíamos y resulta una de las experiencias más frustrantes que nos puede dar esta entrega, dada la naturaleza del juego y como esta equilibrado el juego es mucho más fácil que se mueran los héroes, dejando al grupo con uno o varios menos. Esto es un desastre que nos lleva al inevitable final, justo antes de cada posada, donde podríamos recuperar algo de aliento y añadir un nuevo integrante, hay un combate fijo, siempre en todos los mapas y sin opción de evitarlo. Estos encuentros son difíciles, mucho, y en el momento en que nos falte uno o más personajes ya es casi imposible, una muerte agónica de la que no se puede prescindir y que hace al camino recorrido una pérdida de tiempo.
El mismo ambiente desolador
Algo en lo que sí es continuista Darkest Dungeon 2 es en la estética, aunque más pulida. Abandona el 2D para dar paso a un 3D que no pierde la esencia oscura tan icónica del primer título. Esta todo igual, salvo por las animaciones de los ataques, que se ven mucho mejores ahora y con una calidad muy alta, impregnando la pantalla de una épica que a veces no se traduce en todo el daño que parece que se hace. A esto hay que sumarle que el apartado sonoro sigue siendo igual de majestuoso, con voces y frases que se hacen ya icónicas, aunque se hayan escuchado apenas una vez y en inglés.
En definitiva...
Darkest Dungeon 2 abandona gran parte de lo que lo hacía un gran juego en su primer título para dar lugar a una segunda entrega que pierde en estrategia para ganar en rapidez. Un cambio de paradigma que, al igual que pasa en otras sagas, suele dividir a los fans con mayor o menor acierto, lo que si es cierto es que quizás podrían haberle dado la vuelta completa a la tuerca, dejando a un lado la herencia recibida y apostando por algo más similar a una secuela espiritual con nuevos héroes, historias diferentes, pero con cierto regusto a lo anterior.