Análisis de Tchia, la belleza de la sencillez
Un precioso título para disfrutar de la calma y de muchas cosas que hacer en este vistoso mundo
Sus desarrolladores definen a Tchia como una carta de amor a su patria, Nueva Caledonia
Cuando los propios autores del juego lo definen como una carta de amor a su patria, Nueva Caledonia, ya sabes que tienes entre manos algo especial. Quizá no sea el mejor juego que te encuentres este año, pero ya estás seguro de que vas a probar algo que se ha hecho con todo el cariño posible. Tchia deja esa impronta de amor por la tierra, por la cultura y por los videojuegos desde el primer momento en el que sujetas el mando en las manos.
Nueva Caledonia, una colonia francesa situada en medio del pacífico, es el escenario en el que se inspira nuestra aventura, repleta de exploración y puzzles inspirados en la cultura, el idioma, el folclore y el entorno de este paradisíaco lugar. En él discurre esta aventura de mundo abierto en el que controlamos a Tchia, una niña nativa que vive en los primeros compases del juego una transición a la adolescencia por medio de metáforas narrativas y que de inmediato hará que nos identifiquemos con ella de una forma u otra.
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Las mecánicas que nos presenta Tchia y su aspecto gráfico nos van a recordar de inmediato a uno de los juegos más grandes de este género. Es imposible caminar por esos parajes sin acordarse de The Legend of Zelda: Breath of the Wild. No es que esta aventura esté a su altura, que tampoco lo pretende, pero ese aire de libertad y la sensación de paz y buen rollo que nos transmite asemeja la experiencia bastante a lo que sentimos en los primeros compases de juego en el gigante de Nintendo.
El argumento es casi lo de menos, pero basta que sepas que Tchia tendrá que usar todas sus habilidades para rescatar a su padre del malvado Meavora, un malo clásico que quiere dominar el archipiélago y a todos los habitantes con su magia oscura. Un guión que como ves no destaca por su originalidad, y es que de hecho no hay nada que se pueda destacar per se en este juego. Ni los gráficos, ni el estilo, ni su banda sonora son algo que nos vaya a sorprender. Sin embargo la mezcla de todo ello, con unas mecánicas muy divertidas y un montón de minijuegos que nos van a entretener durante horas consiguen una amalgama de sensaciones que sí hacen que el conjunto sea superior a lo acostumbrado en este tipo de juegos. Poder tocar el ukelele o surcar los cielos con un parapente improvisado, los viajes en barca descubriendo lugares nuevos y la relación que Tchia tiene con el resto de personajes es algo que nos va a enamorar desde el primer momento.
El viaje que Tchia emprende para rescatar a su padre es un viaje de crecimiento interior. En realidad lo que Awaceb nos cuenta de manera más o menos oculta es la transición de niña a adolescente de una persona que podría ser cualquiera de nosotros. Ver como el personaje madura a medida que se enfrenta a situaciones que a todos nos sonarán porque las hemos vivido como propias o porque conocemos a alguien que lo ha hecho forjará unos lazos entre Tchia y el jugador como pocos juegos consiguen forjar.
Si eres uno de esos jugadores que busca retos complicados y juegos desafiantes, Tchia no es para ti. De hecho, y como decíamos en el título, la belleza de este producto está en su sencillez. Y quizá ahí esté también su talón de aquiles. Casi podríamos englobarlo más como cuento interactivo que como videojuego, pero como historia interactiva en la que podemos controlar al personaje y realizar acciones propias de ella es de los mejores que puedes ver en una pantalla. Si lo que quieres es una historia de amor por la naturaleza, de respeto a las culturas y que te sumerja en sensaciones que quizá no sentías desde hace años, Tchia te va a llevar de la mano.
Vas encontrar una historia sencilla, contada con el cariño que una madre pone a su hijo al contarle un cuento al pie de su cama y que va a acercar a los jugadores a la cultura y las tradiciones de Nueva Caledonia, algo que los desarrolladores se propusieron y que sin duda consiguen. Tchia es una carta de amor a un pueblo, y nos llega en forma de un videojuego tan bonito que no debería pasar desapercibido.