Los fans de Sonic, que son legión, esperaban entre ansiosos, esperanzados, pero también asustados, esta nueva entrega, Sonic Frontiers, que venía con un eslogan publicitario que proporcionaba, en el mismo porcentaje, tanto hype como terror absoluto: ‘el primer juego de plataformas, acción y aventuras en mundo abierto del Relámpago Azul’. Sonic en un sandbox. Algo que, como poco, era difícil de asimilar.
Y Sonic Frontiers ya está aquí y, con unos cuantos matices que ahora explicaremos, viene envuelto en un ambicioso y extenso sandbox, algo que resulta, cuanto menos, perturbador. Y es que los juegos de Sonic, su gameplay más básico, la concepción misma del personaje, la esencia del icónico erizo, es correr lo más rápido posible y pasar los niveles dejando su estela azul, recogiendo anillos y eliminando enemigos a su paso… pero sin detenerse demasiado a admirar el entorno. Justo lo contrario que propone este juego de mundo abierto, que obliga al erizo a, ¡oh, blasfemia!, pararse, explorar, volver sobre sus propios pasos…
¿Significa esto que Sonic Frontiers no es un buen juego? En absoluto. Es un título realmente divertido, repleto de horas de juego con cientos de desafíos, cargado de cosas que hacer y, eso si, salpicado de fases donde el erizo puede desplegar sus dotes de velocista. Pero no estaríamos siendo honestos si no comenzásemos este análisis con la sensación extraña que sentimos todo el rato jugando a Sonic Frontiers, ese ‘no sé qué’ que nos acompaña durante toda la partida, como si Sonic no estuviera a gusto en un mundo abierto, como si estuviera en ‘el juego equivocado’. Tampoco ayuda el aspecto realista y aparentemente vacío de la gigantesca isla que sirve de escenario abierto para el juego, la antítesis de los coloridos y repletos diseños que solían ofrecernos los juegos de Sonic.
Pero, vayamos al turrón… ¡corre Sonic, corre!
Ya hemos dicho que es raro ver a Sonic sobre unos escenarios enormes y realistas, unas islas con enormes extensiones de hierva, montañas rocosas, acantilados, ríos, bosques… acostumbrados como estamos a los coloridos loopings y diseños más ‘cartoons’ de sus aventuras plataformeras, incluidas las entregas en 3D, como los geniales Sonic Adventure de Dreamcast. Aquí, por definirlo de alguna manera, es como si manejásemos a Sonic en medio de los escenarios de Death Stranding (por la estética de la naturaleza y lo vacío que está todo en principio). Con esa extraña sensación comenzamos esta aventura.
Y eso que todo empezaba de manera bastante habitual en la saga, con Sonic y sus amigos, Amy y Tails, dirigiéndose a las Starfall Islands en busca de las Chaos Emeralds. Justo cuando se aproximan al archipiélago su avión comienza a tener problemas y son absorbidos por un portal dimensional. Sonic acaba separado de sus amigos y despierta en un extraño mundo digital: el ciberespacio. Cuando logra escapar de él, aparece en Kronos Island, una de las islas, que descubriéremos repleta de ruinas antiguas, extrañas estructuras y algunas misteriosas criaturas, muchas de ellas hostiles. A partir de aquí, Sonic tendrá que explorar Starfall Islands para encontrar y liberar a sus amigos de ese ciberespacio que los atrapa. Y tiene mucha tarea por hacer.
Lo bueno es que, en seguida, entre las zarzas y rocas del lugar adivinaremos objetos familiares: rampas, trampolines, cintas de aceleración, raíles para deslizarse grandes distancias y con loopings y curvas imposibles y ¡un montón de anillos para recoger! Esto ya es otra cosa y nos anima a comenzar a comportarnos como Sonic, utilizando todos estos elementos para correr, deslizarnos, saltar, recolectar recompensas y acceder a lugares escondidos o aparentemente inaccesibles. Enseguida nos damos cuenta de que la isla está repleta de pequeñas pruebas, desafíos, mecanismos que se pueden activar y tareas secundarias que parecen diseñadas para lucir las habilidades del erizo y reportarnos un montón de recompensas. Además de hacer avanzar la historia principal y un montón de narrativas secundarias.
Y entre todas estas cosas para hacer aparecen una ser de enemigos cibernéticos de todo tipo y tamaño, que tendremos que eliminar con las distintas habilidades de Sonic, combinando ataques, saltos, fintas y combos de todo tipo, desplegando un sencillo pero interesante árbol de habilidades que iremos completando a medida que avancemos.
También, entre esta ingente cantidad de tareas y desafíos repartidos por la isla encontraremos unos portales que nos vuelven a introducir de manera temporal en el ciberespacio para enfrentarnos a niveles de velocidad plataformera en 3D más fiel a lo que ya hemos visto en la serie en pasadas entregas. Aquí Sonic puede correr a gusto como de costumbre e intentar mejorar sus puntuaciones en cuanto a velocidad y recogida de objetos y demás objetivos se refiere. Hay que resolver puzles, eliminar ciertos enemigos y completar desafíos por el mapa para conseguir ‘piezas de portal’, que son las que desbloquean estas entradas para acceder a los niveles del ciberespacio. Parecen fases diseñadas para contentar a los nostálgicos, a los más puristas fans de Sonic, y la verdad es que cumplen.
También hay que decir que, aunque extraña en principio, la experiencia de explorar los vastos terrenos de mundo abierto en la piel de Sonic tiene su punto. Así, podemos desplegar todos sus movimientos y habilidades en cualquier momento de la exploración, incluido su turbo en carrera, que nos hace mucho más cómodo recorrer grandes distancias. Y, como ya hemos dicho, hay un montón de elementos por el escenario que nos facilitan la vida para movernos, pero con estilo, al más puro estilo Sonic.
Otro cantar son los combates, que no son el punto fuerte del juego desde luego, y son demasiado habituales. De hecho, los diseñadores han decidido que sean una parte fundamental de la experiencia de Sonic Frontiers. Sin estar mal hecho, no funciona de una manera muy precisa y fluida y los combates no son del todo satisfactorio, de hecho, casi todo el rato esperas a que terminen pronto como una pequeña molestia. Sobre todo, ocurre con los enemigos más enormes, los Titanes y Guardianes que aparecen en el juego. Los combates requieren de mucha concentración en peleas que pueden durar varios minutos y exigen una precisión que los movimientos de Sonic no pueden proporcionar. Sonic normalmente se pasa de frenada, es una de sus características básicas, y esto no es nada recomendable en los combates, por lo que nos veremos mordiendo el polvo y perdiendo una cantidad ingente de anillos cada dos por tres.
Como hemos dicho hay unos habitantes en la isla, los Koco, que no serán hostiles, sino que se harán tus amigos nada más llegar. Ellos te contarás un montón de información sobre la islas y sus misterios, te ayudarán a liberar a tus amigos y te encargarán un buen número de tareas secundarias y misiones extra. A nivel técnico luce bien, sin ser una maravilla gráfica. La isla y sus detalles realistas están muy logrados, pero no lucen igual de bien los enemigos y demás estructuras. Incluso los niveles clásicos de velocidad no brillan tanto visualmente como otras entregas que hemos visto de Sonic. Luce un aspecto que parece una vaga mezcla entre la nueva generación de consolas y la pasada. Eso sí, la música estilo Sonic acompaña bien a las voces dobladas al castellano.
Sonic Frontiers da una de cal y otra de arena en casi todos sus elementos de juego, pero al final es un solvente sandbox que nos permite disfrutar de unas 40-50 horas con los movimientos, habilidades y velocidad del famoso erizo azul a nuestro antojo, siguiendo nuestro propio camino y explorando a placer. No destaca especialmente en casi nada, incluso tiene como pegas lo vacío de su mundo y lo tosco de sus mecánicas de combate, pero engancha. Si eres fan de Sonic puede que no sea tu juego favorito, pero lo exprimirás hasta el último de sus anillos dorados.
*Hemos realizado este análisis con un código de Sonic Frontiers para PS5 facilitado por Plaion.