Activision Blizzard sigue ordeñando a su gallina de los huevos de oro. Desde que tomaran la decisión de revivir el pasado, han seguido una hoja de ruta que todo el mundo sabía sin necesidad de ningún anuncio. La edad de oro de WoW acaba con la Wrath of the Lich King, así fue y así debería ser, lo siguieron cambios que alteraron el MMORPG para siempre y, si, después salieron algunas buenas expansiones en contenido, personajes y Lore, sin embargo siempre se necesitó un punto y aparte.
Volver atrás es parte de nuestra zona de confort, recuerdos filtrados que nos dejan un buen sabor de boca, conocer el terreno y revivir situaciones de las que recordamos como acaban. Por ello, tener la posibilidad de volver a revivir las viejas expansiones es algo que hay que agradecer, pero no es posible cuando el estado actual y la deriva del título de Blizzard en los últimos años conlleva tantas decepciones. Volver atrás como forma de aprendizaje está bien, como forma de contentar a los jugadores, sobre todo a los más veteranos, no sirve.
Wrath of the Lich King es un final, la conclusión de una historia, la de Arthas. Personaje icónico que debutó en el Warcraft 3 donde se ve su caída al infierno, un personaje muy empático, un héroe que vivió lo suficiente como para verse convertido en villano. Un villano con un parecido bastante grande a otro gran villano de la historia, Darth Vader, no solo visualmente si no también en cómo se construye. Un personaje con una obsesión enorme por proteger algo o a alguien al que acaba condenando.
Pero no solo se trata de acabar la historia de Arthas, hay otras historias que trazaban un final de etapa en esta expansión. Jaina y Sylvanas, protagonistas de una cadena de misiones que visitaba una serie de mazmorras icónicas, ven como una etapa de su vida tiene que acabar en este punto, al enfrentarse al Rey Exánime. Thrall y Cairne, ambos ven un final en su historia, bien para empezar una nueva, bien por su muerte muerte fuera de cámara al inicio de la siguiente expansión.
Wrath of the Lich King es un punto de inflexión en la historia de World of Warcraft, a partir de aquí prácticamente nada está escrito, solo hay un par de clavos ardiendo a los que agarrarse de aquella manera. De hecho el protagonismo, al no quedar prácticamente NPCs con cierta relevancia o historias activas, se mueve al jugador, un caos para un MMORPG que acaba haciendo que Magni Barbabronce no nos deje tranquilos unas expansiones más tarde. Guild Wars 2 no es que lo hiciera bien al dar un salto enorme en su historia dejando todo atrás, pero WoW lo tenía más sencillo en este sentido, para dar un salto temporal con el que plantar los cimientos de su historia y generar nuevos personajes empáticos y villanos icónicos, WoW 2 podría haber sido un futuro mejor.
La adición de esta expansión a Classic, aunque mi niño interior la estuviera esperando para volver a revivir un contenido que me marcó durante años, no hace más que resaltar lo evidente, World of Warcraft es un zombie que se sigue manteniendo por la nostalgia, una nostalgia mal llevada cuyo evidente fin no es que el jugador reviva unos sentimientos, ya que es imposible calcar una situación y época, es buscar la manera de que siga siendo rentable un juego de pago mensual en una época en la que eso está desfasado. CarbotAnimations, un canal de Youtube muy recomendable, tiene un video sobre WoW Classic y esta sensación, como dicen, una imagen vale más que mil palabras y un video sirve para definir mejor una situación que todo lo que un servidor pueda escribir aquí.
La Wrath of the Lich King sigue igual, imperturbable, con una historia interesante, unas misiones entretenidas, mazmorras y bandas únicas y llenas de mecánicas. Salvo algunos cambios de calidad de vida casi imperceptibles, el resto es igual. Una muy buena expansión, la mejor en todos los sentidos.
Entre los cambios hay detalles que la pueden hacer incluso más entretenida de lo que recordábamos, con mejoras en la conquista invernal mediante la unión de servidores en ese evento en concreto. También hay mejoras en los niveles de objeto de varias mazmorras y bandas e incluso aumentos de dificultad para poder disfrutar más tiempo de algunas de ellas, como Naxxramas. Detalles que no solo pueden ayudar a mejorar la calidad de vida de una expansión donde ya se introdujeron algunos cambios muy interesantes en ese sentido, además aumentan la utilidad de hacer algunas bandas que se pasaban por alto y que eran muy interesantes. Estas adiciones son como el perejil al final de un plato de Arguiñano, no es del todo necesario pero queda bonito.
Cambios de balance no hay en principio, ya que Classic se enmarca, en este sentido, en el último parche de la expansión, donde se supone se había logrado un cierto balance de clases. Aún así no parece que se vayan a cerrar la puerta a hacer cambios en este sentido si hay alguna clase que suba o caiga demasiado, ahora que hay más tiempo para hacer pruebas de todo tipo.
Nos tenemos que alegrar al poder revisitar la mejor expansión de World of Warcraft, volver a vivir momentos tan icónicos, ver una época más civilizada donde uno podía ganarse la vida picando tranquilamente. Pero no deja de ser un regusto amargo compararlo con cómo las nuevas expansiones y contenido no son capaces de generar este tipo de ilusión, por mucho que Blizzard consiga hacerlas parecer buenas a través de los tráilers, una vez se toca el contenido solo es cuestión de tiempo que las barreras de tiempo -valga la redundancia- y las decisiones dudosas nos saquen de esa ilusión.