Mejorar un videojuego que se encuentra entre uno de los grandes títulos de los últimos años no es una tarea fácil. Hay juegos que tocan casi la perfección en esta industria y que se ganan el favor y los elogios tanto del público general como de la crítica y The Last of Us, el juego completamente nuevo que Naughty Dog lanzó en 2013 para PlayStation 3, se marcó a fuego en el corazón de los jugadores como una de las joyas de la década, una nueva franquicia que colocaba en lo más alto a un estudio que ya nos había cautivado con la saga Ucharted, entre otros éxitos.
Precisamente por esta excelencia del título original y por tratarse de un juego que no ha cumplido ni siquiera los 10 años (y que ya tuvo una versión remasterizada para PS4), muchos fans se han preguntado si hacía falta un remake. Pero es cierto que, tras la espectacular experiencia que supuso su secuela hace un par de años, unido a todos los avances técnicos que nos ha traído PlayStation 5, renovar la historia original para poder ser disfrutada como un juego de nueva generación era un proyecto demasiado tentador.
Habrá quién piense que ya disfrutó de The Last of Us en su momento, que ya entonces era un juego alucinante y lo mejor que había visto a nivel técnico entonces. Con eso le vale y piensa que no es necesario revisitarlo. Y es una opinión de lo más respetable. Pero hay que pensar que hay muchos jugadores que no lo han jugado, muchos nuevos usuarios de PS5 que no tuvieron ocasión de enfrentarse a esta fantástica historia en su día, además de la legión de fans acérrimos de la saga que devoran todas las versiones posibles. Además, tras jugar a la secuela con las mejoras de la versión de PS5, ¿por qué no tener a nuestra disposición también la historia original con el mismo aspecto y posibilidades técnicas que ofrece la nueva generación?
Pues eso debieron pensar en Naughty Dog y se pusieron manos a la obra. Y lo mejor que podemos decir de este remake es que se trata de una versión mejorada, un verdadero ‘remake’ con todo lo que significa ese concepto, más allá de un ‘remaster’ o un lavado de cara (como ocurrió con la versión de PS4 de 2014). No se trata sólo de gráficos, sino que la experiencia mejora una barbaridad gracias a las posibilidades del nuevo hardware. Sus responsables querían respetar la historia y jugabilidad de The Last of Us al milímetro, pero que el juego se sintiera como un título lanzado en 2022.
Curiosamente, tener en el recuerdo más reciente la experiencia de The Last of Us Parte II es la mejor de las presentaciones para comenzar a jugar (o re-jugar, no sé verdaderamente como llamarlo) a The Last of Us Parte I. Es como volver atrás en el tiempo, pero sin que los estragos de la edad hagan mella en la experiencia. Seguro que os ha pasado muchas veces que tenéis idealizado un juego del que disfrutasteis hace 10 años, o algo más, y cuando os decidís a rejugarlo, el paso del tiempo no le ha sentado nada bien. Y, aunque el juego siga siendo extraordinario, la mala costumbre de los nuevos gráficos, de las nuevas mecánicas a las que estamos acostumbrados con los juegos más actuales, enturbian vuestra experiencia. Esto es precisamente lo que corrige The Last of Us Parte I. Yo no había vuelto a jugar al título original desde 2014, y tenía en la memoria la alucinante experiencia de juego que experimenté entonces. Volver a empezar, con este alucinante remake, ha sido como una segunda primera vez. Porque todo es igual, pero todo ha cambiado para adaptarse a los tiempos.
Es increíble cómo un juego del que disfrutamos tanto hace casi una década, vuelva a producirnos las mismas sensaciones, todo aquello que nos hicieron sentir sus trabajados personajes, las alucinantes historias humanas que había tras el impresionante guion, tras la fabulosa puesta en escena, unos giros narrativos y un final impactante que aún hoy nos estremecen. Pero también hay que decir que vivir de nuevo su historia, pero ahora con todo lo que sabemos de su secuela, hace también que la sensación sea muy distinta, mucho más especial. No voy a soltar ningún spoiler, ¡pero joder, qué personajes tan increíbles y qué final!
Volver a vivir la historia original de The Last of Us, incluido su prólogo Left Behind, con todo lo que ya nos había aportada la saga y su reciente secuela, pero con la experiencia moderna que nos regala ahora Naughty Dog, ha sido una catarsis, qué digo, una epifanía… (sé que me estoy poniendo estupendo). Sólo los fans de la franquicia entienden que esto es mucho más que un juego, es un producto cultural que ha marcado a una generación de jugadores y que son, precisamente, los que van a volver a disfrutar de esta segunda oportunidad para vivir, como si fuera la primera vez, The Last of Us.
Como podéis imaginar, en este análisis no vamos a hablar de la historia del juego, de lo fabulosamente escritos que están sus personajes, de las fantásticas relaciones entre ellos, de cómo van evolucionando a lo largo de la dramática historia, de todos los mensajes que encierra el juego sobre la naturaleza del ser humano… Todo eso habéis tenido tiempo de leerlo desde hace casi una década (o mejor, haberlo experimentado directamente). La experiencia original sigue ahí, todo lo bueno de aquella aventura permanece intacto. Pero, mejor.
Este remake ha exprimido el hardware de PlayStation 5 para redondear su apartado técnico, actualizarlo para que sea aún más alucinante. Y la ventaja de que el equipo encargado de esto sea la propia Naughty Dog nos asegura la continuidad con lo visto en la Parte II de hace apenas dos años. En realidad, los nuevos gráficos (con sus detalles, su nueva resolución, los nuevos efectos, el ray-tracing…) nos muestran exactamente lo que habría hecho Naughty Dog hace nueve años de contar con el hardware de la nueva consola. Respetando el trabajo original, todo se ha rediseñado de cero, para sacar el máximo (la dirección artística, la iluminación, los diseños de los personajes…). El mundo está mucho más detallado y parece que cobra vida, pero es que las físicas son mucho más avanzadas y todo reacciona de manera más realista: los coches o estructuras se deforman bajo el peso, las paredes se agujerean con los disparos o tiemblan en las explosiones. La experiencia de juego es mucho más intensa sólo con estos avances.
Pero el salto a PS5 ha hecho evolucionar el juego mucho más allá del apartado gráfico y destaca en el número de enemigos en pantalla que ahora puede mover el nuevo hardware. Así, te sorprenderán algunas escenas en las que veremos cómo decenas de infectados nos rodean y lo hacen, además con unos movimientos más inteligentes. La IA de los enemigos está a años luz del juego original y esto ha hecho que los momentos de sigilo sean mucho más complejos y realistas, además de las embocadas o las secuencias de tiroteos (donde los enemigos despliegan estrategias de flanqueo mucho más avanzadas e inteligentes).
El apartado sonoro también está supervitaminado, haciendo un uso espectacular de la tecnología de sonido 3D de PlayStation 5. Y no tenemos que recordaros lo importante que es en este juego saber identificar desde dónde viene un sonido. Detectar la dirección de los leves chasquidos de un chasqueador en mitad de la oscuridad puede ser la diferencia entra la vida o la muerte. Y el juego también hace uso de todo lo que ofrece el DualSense a la inmersión: los gatillos ofrecen resistencia variable dependiendo de cada arma o de si nos aplicamos un botiquín y las sensaciones táctiles nos hacen notar hasta las gotas de lluvia en los dedos.
The Last of Us Parte I es una auténtica maravilla, un ejemplo fabuloso que nos deja claro que hasta los productos culturales más perfectos pueden llegar a mejorarse. El remake es la mejor manera de volver a rejugar el título, reviviendo con una mayor intensidad su fabulosa historia y jugabilidad, pero sin acusar ni un ápice el paso del tiempo, ya que luce como un juego totalmente nuevo. Además, todo cobra un sentido distinto tras conocer todo lo que ocurre en la secuela y, como ya hemos dicho, todos los avances de PS5 han hecho que, en esencia, ofrezca una experiencia completamente nueva. Y si no jugaste todavía a The Last of Us, es la edición que debes jugar.