La prisión de Iwahig, situada en la isla de Palawan (Filipinas), se ha convertido en un reclamo turístico. Tiene un terreno de 26.000 hectáreas y capacidad para más de 3000 presos. Es un penal muy particular, de donde “escaparse es fácil, pero nadie lo hace. Eso es porque si alguien hace alguna tontería le envían a Manila, donde las cárceles son mucho más duras”, ha explicado Isaac Trinch, empresario y guía de ‘Viajeros Cuatro’ en la zona.
Trinch explica que los presos están divididos en tres grupos y diferenciados según el color de sus camisetas: los que van de azul han sido condenados a una pena de máximo 10 años por crímenes relacionados con las drogas o por haber matado a una persona; los que van de marrón deberán cumplir una pena de entre 10 y 25 años y los que visten de naranja son los presos de alto riesgo, condenados “a más de 25 años o a cadenas perpetuas, por terrorismo, por ejemplo”.
Pero la causa de que esta prisión se haya convertido en un reclamo se debe a que es “una cárcel-granja-turismo-show”, cuenta Trinch. Los presos fabrican y venden sus propios productos artesanales para mejorar sus condiciones, y también hacen bailes para entretener a los turistas.