Este miércoles, 'Viajeros Cuatro' ha viajado hasta México para visitar dos de sus ciudades más emblemáticas y especiales, Guadalajara y Puerto Vallarta, con un equipo capitaneado por la reportera Lourdes Gordillo.
Junto a Alberto Callejo, un burgalés afincado en Jalisco que lleva ocho años embarcado en el sueño del tequila, hemos llegado hasta Amatitán, donde se encuentran los campos de agave y de donde se saca prácticamente la totalidad del tequila que se consume.
Estos campos de agave han sido declarados patrimonio natural de la humanidad por la UNESCO y, según nos cuenta Alberto, las pencas del tequila se aprovechan para elaborar productos dermatológicos.
Todo tequila que se precie debe estar hecho de la fermentación y posterior destilación del jugo de la planta de agave, pero no una cualquiera. De las cerca de 300 variedades que existen, sólo una, el agave azul, es el que se utilizará para la elaboración de esta bebida.
Para los mexicanos es casi una religión y tanto su elaboración como su consumo un ritual. De hecho, los amantes del buen tequila siempre dicen que fuera de las fronteras mexicanas no se sabe tomar tequila. A diferencia de lo que se está acostumbrado a este lado del charco, el tequila se debe tomar despacio, a pequeños sorbos, disfrutando del sabor y de la textura melosa y nada de acompañarlo con sal y limón.