Fueron las casualidades de la vida las que hicieron que Alejandro Sanz no fuese karateca, sino uno de los mejores músicos de nuestro país. A diferencia de los niños de su edad, tenía un juguete favorito muy peculiar, “la música” a la que jugaba con su guitarra. Para él, la música le permitió librarse del barrio, “era el músico, el que tocaba…era un salvoconducto”.