Septuagenario, economista, director de banca, divorciado y vuelto a casar. Miguel Ángel Revilla tiene nombre de genio renacentista, aspecto de pasiego que acaba de bajar del hórreo y formas de Atila en los platós de televisión. Arrasa por donde pasa. Igual es por su adicción a decir las cosas que nadie más se atreve a decir con un lenguaje que todo el mundo entiende. Muchos le llamaran demagogo, otros populista... ¡Yo prefiero llamarle por teléfono para sentarse en el Chester!
Risto: ¡Don Miguel Ángel Revilla!
Revilla: ¡Lo que me faltaba! Ya me llamaban Anchoa… (Al ver el Chester tapizado con latas de anchoa)
Risto (ante el frío y la lluvia): ¿Siempre tenéis este tiempo aquí?
Revilla: Esto es un clima tropical para mí. Nací a 2.000 metros. ¿Has visto la casa de protección oficial que tenemos aquí?
Risto: ¿Está que hay detrás?
Revilla: Sí, justo ésa. Ahí vive Botín.
Risto: ¿Don Emilio Botín? Vamos a gritarle a ver si está.
Revilla: Si está nos ve, nos saluda. Es un hombre correcto.
Risto (grita): ¡Don Emilio!
Revilla: ¿Sabes dónde está hoy? En Brasil. Está envenenado con la Fórmula Uno.
Risto: ¿Le van bien al banco?
Revilla: ¿Conoces algún banco al que le vaya mal?
Risto: No. He visto rescates, fusiones… Pero quiebras, no.