En 'Viajando con Chester', Máximo Huerta se ha abierto en canal y ha hablado sobre la difícil relación que mantuvo con su padre: "No hablábamos, tuve que entender que los te quiero eran un ‘mira el aceite del coche’ o ‘cambia las bujías’. Yo sé que me ha querido, pero nunca me lo ha dicho. Me he enterado por el bar. Mi madre me mandaba a buscarlo al bar. Unas veces me mandaba a casa, y otras volvía conmigo", cuenta el escritor.
Aún así, Máximo guarda un bonito recuerdo con su padre: "Ya en los últimos años del Alzheimer no podía subir los tres escalones de la playa. La vejez era dura para los dos. Yo le dije: ‘Joder, papá, con la mala hostia que has tenido siempre ¡Sube!’ No era el momento de decir eso, pero se giró y me dijo un perdón que era por toda la vida. Como con carácter retroactivo. A mí me sonó a ‘hijo, perdona. Fue de verdad y a mí ya me quedó paz", desvela.:
El invitado desvela el motivo por el cual su padre era tan arisco: "Era un hombre complicado porque seguramente no ha recibido cariño. Me gustan los bares igual que a mi padre. Beber no. Mi padre llegaba ya mal a casa cuando tenía 30. Era un caballo desbocado, sin jinete. El ruido de las llaves lo recuerdo yo, pero no por el ruido, sino por el silencio que provocaba. Venía como venía, y yo me iba a mi habitación a escribir".
A su vez, Huerta habla de su madre y del delicado de salud de ésta: "Me fijo en cómo mueve el café, cómo pone las manos en el sillón, cómo se irrita. Cómo hace la receta del arroz caldoso, aunque no la vaya a hacer nunca…solo para que me lo diga. Estoy almacenando. Yo he sido cuidador desde niño", cuenta.
"Estamos a la espera de una operación del tumor otra vez. Eso la hace estar débil, colérica, tirana a veces…Tiene un miedo a irse horroroso. Lo que no sabe es que yo tengo más miedo que ella".