En 2015, unos excursionistas encontraban en el Puerto de Somiedo el cuerpo de un hombre deforme con una pierna amputada. El grupo halló lo que parecían ser los restos de una persona entre la maleza de un camino, pero rápidamente se dieron cuenta de que no era un cuerpo normal.
Medía menos de un metro y medio, estaba extremadamente delgado y le faltaba una pierna. En su rostro se apreciaba además que sufría algún tipo de deformidad. Cuando la Guardia Civil llegó al lugar comenzó la investigación que, tras años de pesquisas, daría con la identidad del conocido como ‘Hombre de Babia’.
Se trataba de Luis María, de 60 años, un hombre que había nacido con una deformidad tal que los médicos no fueron capaces de categorizarla: “Parecía similar al síndrome de Cockayne. Tenía joroba, el pecho abombado, la cabeza muy pequeña y las extremidades desproporcionadas. Según el médico forense, el individuo habría tenido una movilidad muy reducida y posiblemente, una importante discapacidad psíquica”, llegó a explicar uno de los investigadores.
Luis María llevaba desde los 90 bajo el cuidado de sus dos hermanos. A ellos se habían dirigido reiteradamente los servicios sociales para pedirles que llevaran a Luisín, como ellos le llamaban, a un examen médico para revaluar su grado de discapacidad. Como éstos no acudían con el enfermo, la Justicia había acabado recurriendo a la Policía Nacional.
Durante una década, Enrique y Enriqueta habían estado cobrando la pensión y las ayudas de dependencia de su hermano: cerca de 3.000 euros al mes, en torno a 350.000 desde que Luisín falleció.