En una cita a ciegas todo puede suceder, pero si se trata de una cita a ciegas, de Carnaval e inspirada en la India, la explosión de emociones está asegurada. Descubre cómo ha sido la cita de Alfonso y Juan en ‘First Dates: Especial Carnaval’, un encuentro que no ha tenido un final ni parecido al de Jorge y Nitya, la pareja de la mesa de al lado.
Para Juan el Carnaval es “la época del año en la que la gente reprimida puede soltarse”, él como asegura que no lo es, se muestra todo el año. Al conocerle, Carlos Sobera se ha fijado en los tatuajes que llevaba en la cabeza y al leer “Dios habita en mí” ha sentido que era un tipo religioso, pero no “soy espiritual, la religión es el parvulario de la espiritualidad”. Ha estado varias veces en la India y ha venido con un molinillo de cuentas tibetano con el que va rezando al universo.
El presentador ha querido saber a qué se había dedicado y Juan le ha dicho que había sido drag queen, paracaidista, ha querido ser cura, Hare Krishna… le gusta probarlo todo en la vida y si abren un club de intercambio “allí que voy, antes de encontrar a nuestro príncipe azul hay que besar muchos sapos y yo he besado muchos. Sapos gordos”. Eso sí, ahora exige que su pareja sea buena persona.
A Alfonso, su cita, le ha costado muchos años reconocer que tiene pluma, pero ahora que lo ha conseguido está encantado “soy una mariquita mala, una marica vieja…”. Su vida sentimental empezó intentando creer que su abuela tenía razón y que la homosexualidad se curaba “me casé con mi mejor amiga y tuve dos hijos con ella”. Estuvieron 12 años juntos, pero un día se miró al espejo y no reconoció al hombre que vio en el espejo y cortó por lo sano.
Juan estaba meditando un poquito mientras esperaba a su cita para atraer las buenas energías, pero no le ha servido de mucho. Al verle, Alfonso ha sentido que no le atraía nada de nada “para gordo ya estoy yo. He debido hacer lago muy malo en otra vida… Lo he flipado”.
Alfonso le ha dicho que era de Madrid, pero que vivía en un pueblecito de Cataluña. Juan también es de esa zona y le ha parecido estupendo que estuvieran tan cerquita. Hablando de la edad, Alfonso nos ha enseñado su parte más falsa y le ha dicho que no aparentaba los años que tenía para nada. Eso sí, no ha podido aguantar más y le ha pedido que le explicara los tatuajes que llevaba en la cabeza.
Esclavo de Dios, haz en mí tu voluntad, soy un milagro, Dios no desperdicia milagros… Juan le ha ido explicando uno a uno los mensajes que se había tatuado en la calva y Alfonso no ha podido contener la risa porque se le ha imaginado en una postura sexual. A Juan no le ha importado porque tiene mucho sentido del humor y porque en el sexo “estoy pasado de vueltas”. El soltero estaba impresionado con “la calva tatuada, las flores de plástico…”.
Sin previo aviso, le ha soltado un “¿Te puedo tocar el cimbel?” y Juan le ha dejado encantado porque se refería a su molinillo de cuentas de Nepal. Juan ha querido saber por dónde se había movido su cita y Alfonso le ha contado que había salido por Madrid, pero que no lo había tenido fácil. Le ha hablado de una época oscura en la que quiso creer que la homosexualidad era una enfermedad y tenía cura.
Juan le ha entendido porque él tampoco lo pasó nada bien. Vivía en un pueblo de 300 habitantes, se le notaba mucho que era gay y tenía claro que tenía que salir de allí. Se fue a la mili de paracaidista y fue cabo armero “he hecho cosas muy contrarias, me gusta mucho el fútbol y he sido drag queen…”. De hecho, el ha contado que la conocían como “la corcho porque a mí nadie me hunde”, un nombre que a su cita le ha encantado.
En el reservado, Alfonso se ha quedado muerto cuando les ha tocado besarse como si fuera el fin del mundo. Sin embargo, ha sabido salir de la situación y le ha besado el mensaje de Dios que llevaba tatuado en la cabeza. Juan le parecía un tipo estupendo, pero no le ponía nada. Lo mismo que le pasaba a Juan con él, quién le ha dado un divertido beso húmedo en la mejilla y ha sentido que juntos lo máximo que podían hacer era macramé.
En el momento de pagar la cuenta, Alfonso ha vuelto a alucinar porque no se esperaba para nada que Juan se hubiera guardado el dinero en el zapato, aunque pensándolo bien si no tenía bolsillos ni sujetador. Los dos han coincidido en que había sido una cita muy agradable, pero que podían ser primas y tener una relación muy casta y espiritual “últimamente follo menos que la gata del Vaticano”.