“Pocas cosas provocan tanto pavor como el llanto de un bebé en la oscuridad del bosque”. Como un rayo, ese pensamiento atravesó la mente de Richard Roundtree cuando a la vera del cementerio de una población de la parroquia de Lugo fue asaltado por un sonido inesperado, absurdo y totalmente descontextualizado en un lugar como ese.
Roundtree, un hombre de fe que había llegado desde Inglaterra para completar el Camino de Santiago, estaba buscando un lugar para pasar la noche mientras vagaba desorientado por las afueras del pueblo. Roundtree acabó topándose de bruces con el cementerio del pueblo inaugurado en el año 1378. Fue precisamente allí donde escuchó por primera vez el llanto lastimero que procedía de unos arbustos de los que emanaba además una luz tan pálida como la de la luna llena.
Al acercarse, el peregrino se encontró con un bebé que parecía recién nacido cubierto con una túnica blanca del mismo tono que su piel. De sus poros irradiaba un resplandor mortecino que lo envolvía en un aura sobrenatural. Pero lo que sin duda más atemorizó a Richard fue observar cómo aquella figura se retorcía de manera imposible sobre sus inestables piernecitas alzando los brazos como queriendo decir “cógeme”.
Esta historia ocurrida en los bosques de Galicia solo es una de las muchas leyendas que el gran Javier Pérez Campos conoce y que ha presentado en su sección ‘Immaturi’.