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Código 10

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Verónica, la ecuatoriana encantadora de hombres que se dedicaba a asesinar con el 'beso del sueño' para robar

'Código 10' ha retrocedido hasta el año 2009, cuando un hombre de mediana edad salió por Madrid a tomar una copa. Sin embargo, la noche que esperaba de diversión se truncó por culpa de una mujer. El hombre conoció a una chica, flirteó con ella y le propuso ir a solas a su casa para seguir la fiesta.

La mujer se llamaba Verrónica, una mujer ecuatoriana que vino a España para encontrar un futuro mejor. El otro protagonista de la historia es Juan, un hombre divorciado y con dos hijos. Los hechos ocurrieron el 13 de marzo de 2009, cuando Verónica salió a un pub de la Castellana en torno a las doce de la noche y se encontró con Juan.

Verónica solía frecuentar la noche en busca de hombres maduros con cierta solvencia. Esa noche dio con Juan y se fue con él en taxi hasta su casa. La mujer le echó a Juan en la bebida dos especies de ansiolíticos y unido al alcohol y a un problema de salud, ya que Juan padecía una dolencia de bronconeumonía.

Todo esto fue un cóctel molotov y Juan acabó muerto por la dosis que había ingerido. Verónica cogió una maleta y la llenó de todas las cosas más valiosas que tenía Juan en ese momento en su casa: ordenadores, relojes, dinero en efectivo alrededor de 1.000 euros, objetos de oro...

Verónica dejó a Juan agonizando y se fue de la vivienda. Por otro lado, la madrugada del 1 de mayo volvió a salir con una peluca y se fijó en Isidoro. En esa época él tenía 64 años y cuando llegó al pub ligó con ella. Tras esto, se fue con ella también hasta su casa y Victoria hizo la misma operación echando las sustancias.

En este caso, Isidoro tenía problemas cardiacos y estuvo agonizando durante horas. El hijo de Isidoro se extraño de no verle y se presentó en la casa en torno a la una de la tarde. El hijo encontró a su padre moribundo y fue trasladado al hospital donde le inyectaron un antídoto. Los médicos le salvaron la vida de milagro.

La Policía empezó a investigar y fue descubriendo de quién se trataba por las huellas dactilares que había dejado Victoria y también por las grabaciones de las cámaras de seguridad de una de la casa. Victoria había sido muy poco cuidadosa a la hora de cometer los delitos.

Aunque había pruebas, la Policía tuvo que esperar a detenerla para tener una prueba mucho más contundente. El hombre que sobrevivió dio con el taxista que les había llevado ese día a su casa. Este conductor supo ubicar dónde se encontraba ella y la Policía la detuvo al encontrarla una bolsa metida en el sujetador con la misma sustancia con la que envenenó a Juan y a Isidro.

La Policía siguió investigando y fueron saltando las alarmas de otros casos similares al otro lado del Atlántico, por lo menos alrededor de cincuenta. Además se supo que tenía una supuesta cómplice que era su pareja sentimental. Ambas habrían ejecutado este método en innumerables ocasiones.