Viendo cómo sus chicos se acercaban a Valdoviño, Pedro decía que Valdoviño nunca vio “tantos maricas juntos”. Los chicos se hicieron con la casita de invitados de Mary, pero solo Manuel tuvo un encuentro a solas con el soltero, una cita muy didáctica en la que hablaron sobre sus gustos, brindaron “por el morbo” y de la que el gallego extrajo una conclusión: que la cara es más que el reflejo del alma.
Tras saber que iban a tener que dormir sobre colchones hinchables, los chicos de Pedro se fueron con Mary a la playa. En concreto Emilio, Ángel y Giordis chapotearon en el mar mientras Manu intimaba con Pedriño. La madre del gallego alabó “el culito” de Giordis pero, sobre todo, quería indagar en su faceta como santero cubano. Él le aclaró que no era nada malo, que no obligaría a Pedriño a hacer nada y que tampoco le sucedería nada si, tras una relación rompieran.
Mientras tanto, Pedriño y Manu se conocían. A qué se dedican, qué les gusta… Pero el gallego también quiso saber cómo es su pretendiente entre sábanas. Manu se definía como “versátil” y “activo” y ambos brindaron por ello. De la cita, el gallego llegó a una conclusión: “la cara es el espejo del pene”.
Se acercaba la tan temida hora de las expulsiones. Pedriño consultaba con su madre, quien seguía sin tener muy claro que Giordis se quedara. “Tú católico, apostólico y romano… Y virgen al matrimonio”, espetaba Mary a su hijo entre risas pero él le respondía que llegaba tarde con su advertencia.
Ajeno a las recomendaciones de su madre, Pedriño llamó a Emilio, él creía que iba a tener una cita pero lo cierto es que el objetivo era otro. Alguien tenía que marcharse y tenía que ser él.