A la hora de descender, la expedición ha recorrido la vía ferrata más alta del mundo, una pared provista de anclajes metálicos para facilitar la escalada a quien no tiene experiencia. A lo largo de la travesía, Sandra Barneda ha superado por completo su vértigo tras tener que atravesar varios puentes colgantes de gran altura, un puente tibetano y numerosas rampas de piedra verticales en las que han tenido que avanzar saltando por los anclajes.