La investigación del asesinato de Eva Blanco nos dejó algo que no había ocurrido en ningún homicidio. Una prueba que nunca antes se había dado y que fue clave a la hora de avanzar en el crimen. A los ocho meses de producirse la muerte de Eva, la madre de la joven entró a su habitación y, revisando los cajones, encontró su diario. Tras esto, la madre aportó ese diario a los investigadores, por si encontraban algo que les podía servir de ayuda.

Y es que la prueba era totalmente clave. Una persona había dejado un diario de su vida casi hasta el día de la muerte: "Eso, ningún homicidio te lo deja", asegura Rubén Valero, comandante de la Guardia Civil que llevó durante años el caso de Eva Blanco. Un bien muy preciado para los investigadores que se convirtió en un documento muy valioso en la investigación.

El diario indicaba que Eva Blanco era una joven adolescente al uso de 16 años, con sus problemas y restricciones de horario que tenía con su madre y otras cosas normales de la juventud. A su vez, como bien recuerda Mercedes Martín, portavoz de la Guardia Civil, en el diario "aparece principalmente Miguel (un amigo suyo), porque estaba enamorada de él. Pero reconoce que él no le hace todo el caso que ella quiere".

Es por ello que al joven se le pidió voluntariamente una muestra de ADN, colaborando plenamente desde el primer minuto. Un diario que fue leído por todas aquellas personas que llevaron a cabo la investigación con la esperanza de encontrar algo que el resto no habían encontrado. Finalmente, un número que se repetía sistemáticamente llamó la atención. ¿Ocultaba algo la joven?

Tras preguntar al entorno de una manera discreta, concretamente a las amigas, estas reconocieron que se inventaban códigos para poner nombres de manera oculta, haciendo coincidir la letra con el número. Pero este no era el caso. Finalmente, ese número no se pudo vincular con nada en concreto.