Martin y Margo se conocieron en Holanda en el contexto de unas protestas. Martin era alemán, Margo era holandesa. Se enamoraron y comenzaron una vida juntos. Iniciaron un viaje por toda Europa y algunas partes de Sudamérica buscando un lugar en el que iniciar un proyecto vital en contacto con la naturaleza.
Buscaban un sitio que tuviera un agua muy limpia y en esa búsqueda cogieron una carretera que ponía ‘Santoalla’ y, cuando llegaron, les impactó el sitio, les impactó el paisaje... y decidieron que ese iba a ser su hogar.
Santoalla es un pueblo de la provincia de Ourense. Es el paraíso en la montaña, pero es un paraíso en ruinas. Es una aldea en la que llegó a haber 60 casas y que ahora mismo está totalmente desmoronada. A partir de los años 50, se empezó a despoblar, emigró todo el mundo, emigró casi todo el mundo, en realidad…
A la llegada de Martin y Margo, en la aldea de Santoalla solamente vivían Manuel, su esposa Jovita y un hijo de ellos, Juan Carlos, y subía todos los días a atender el ganado otro hijo de nombre Julio.
Martin y Margot soñaban con tener proyectos artísticos y de ecología en Santoalla. La región tiene mucha potencia, hay muchas posibilidades, Pero al final, el único que se llegó a materializar antes de su desaparición fue su participación en algo así como una red internacional de granjas ecológicas.
Pero en 2010, Martin desaparece sin dejar rastro y se descarta, casi de inmediato, la desaparición voluntaria. Margo desde el principio habla de que a Martín le han hecho algo: “Para mí estaba claro que él estaba muerto”.
Cuando le preguntaban con quién tenía problemas Martín, el nombre del alcalde aparecía. Martín era insistente y le solicitaba cosas como arreglos de la carretera, que hubiera colectores de basura en Santoalla, que arreglaran la luz pública…
Pero también, en 2010, la relación con los vecinos no es tan buena como al principio.