Seis meses después del terrible incendio de Campanar los vecinos tienen que dejar las casas que les facilitó el ayuntamiento. Según informan Daniel Berbel y Lydia Cruz en el vídeo, perdieron todo por culpa de las llamas que arrasaron con el edificio en el que vivían. Todavía a una treintena de vecinos que no han podido encontrar un nuevo hogar.
El pasado 22 de febrero la tragedia se cebó con el barrio de Campanar, en Valencia. El incendio se declaró alrededor de las 17.00 horas del 22 de febrero en uno de los edificios de la calle Rafael Alberi, número 2, y con gran rapidez se propagó a un segundo bloque. En total, murieron diez personas y quedaron calcinados 138 pisos y se quedaron sin vivienda centenares de personas.
Algunos de ellos, en su mayoría inquilinos, residen aún en el inmueble propiedad del Ayuntamiento de València que esta administración ofreció a los afectados por el fuego como residencia, inicialmente por un periodo de tres meses que después se amplió a otros tres.
El plazo de seis meses dado por esta institución para residir en estas casas concluye este lunes, 26 de agosto. El Ayuntamiento de València ha recordado que el objetivo de esos pisos del barrio de Safranar, en el distrito de Patraix, es que sean adjudicados para alquiler asequible y ha apuntado que alguno de ellos ya ha sido entregado con ese fin durante este mes de agosto.
Julián es el conserje del edificio de Campanar. Incluso con el edificio así, en ruinas, él no se separa de sus vecinos. “He venido a ayudar a unos vecinos, sí”, dice.
Él fue uno de los personajes relevantes en la trágica historia del edificio de Campanar. Estuvo ahí, llamando puerta a puerta avisando del incendio.
Como si fuera una mudanza en el antiguo edificio, él ha estado colaborando. “Cargaremos las cosas, las pocas cosas que tienen. La ropa, la tele....”, explica el conserje que siente esta mudanza como suya. “Él no se cansa de ayudar, en cuanto yo lo he llamado, ya está aquí”, dice uno de los vecinos.
Ana perdió su casa con 88 años y tras estos 6 meses vuelve a su barrio. “Y si dios quiere ya tengo ahí todo preparado, el pisito está muy bien”, dice.
Abandonan hoy estas residencias provisionales, agradecidos, pero sin poder olvidar por lo que pasaron, “una experiencia horrible”. Hoy empiezan una nueva vida en sus nuevos hogares.
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