La exposición de los menores en las redes sociales: el negocio de hacer que tus hijos sean influencers
Las consecuencias de este negocio pueden reflejarse en la salud mental y en la vida del menor
Nadie controla el contenido que se sube con menores y los padres los exponen sin ningún tipo de límite
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Algunos padres ganan dinero al exhibir a sus hijos en las redes sociales. El ejemplo lo podemos ver con Zac, un niño de dos años que prueba la cerveza por primera vez mientras sus progenitores se ríen y lo suben a Internet. Se trata de un negocio que mueve millones y que deja a los menores totalmente inofensivos. Según informa Sandra Mir, tres cada 10 niños quieren ser influencers -un trabajo fácil y con resultados rápidos- en los que influye la edad en la que reciben un móvil: 11 años. Y es que la inmensa mayoría tiene uno.
Verónica no tiene edad para tener una cuenta en las redes sociales pero, junto a su padre, tiene casi cuatro millones de seguidores. Ryan tiene 34 millones y Everlight, cinco. Todos los progenitores de estos niños ganan dinero a su costa. Las consecuencias de este negocio pueden reflejarse en la salud mental y en sus vidas, unos cambios que son irreversibles.
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Según la ley, cuando un menor de 16 años participa en una serie o película, el Ministerio de Trabajo tiene que analizar que el proyecto no afecte a su integridad física o moral. En redes sociales, como Instagram o TikTok, nadie lo controla y los padres los exponen sin ningún tipo de límite. “La plataforma puede controlar que estos vídeos en los que aparezca un niño no se pudiesen visualizar. Debería prevalecer el interés del menor en vez del económico”, sostiene Mónica Ricou, profesora de Derecho en la Universidad Oberta de Catalunya (UOC).
“El tiempo dedicado a las redes sociales va en detrimento de ese tiempo que deberían dedicar a otras actividades para la formación de un niño. En las redes sociales, encontramos valores que no son modélicos como el consumismo”, explica Ferran Lalueza, investigador Social Media de la UOC. “Creamos a una persona acostumbrada a recibir la aceptación que tiene fecha de caducidad. Es preocupante saber qué será de esa persona cuando deje de ser gracioso”, añade sobre la salud mental de estos niños. Y es que, se mire por donde se mire, es trabajo ilegal.
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