Dos jóvenes se acercan al cuadro de la Maja Vestida de Goya en el Museo del Prado. De repente, se acercan a él y se pegan al marco. Son dos integrantes de Futuro Vegetal, una organización que ha llevado a cabo varias decenas de acciones muy llamativas para pedir medidas urgentes contra el cambio climático. Han tirado pintura a instituciones, empresas y yates, se han pegado con pegamento al atril del Congreso y han cortado la M30 de Madrid. Forman parte de una nueva generación ecologista, dispuesta a correr riesgos para que su mensaje llegue. "Contemplamos ira la cárcel desde que entramos en Futuro Vegetal", dicen.
Veinticinco miembros de ese grupo están ahora imputados, entre otros cargos, por organización criminal. También tendrán que responder ante la justicia 15 miembros de Rebelión científica por daños al patrimonio en una protesta ante el Congreso. "En Reino Unido ya hay activistas climáticos en la cárcel. Aquí posiblemente no estemos muy lejos de verlo", dice Rafael Ordóñez, periodista y autor de "Amor y furia", un ensayo en el que analiza este nuevo activismo.