Hace un año el bullicio de la vida cotidiana recorría las calles de la Franja de Gaza en una cálida mañana de otoño. Al otro lado del muro, en los kibutz israelíes, también se respiraba una aparente calma. Al día siguiente, nada sería igual.
A las 06:30 horas de la mañana del 7 de octubre Hamás lanzaba los primeros cohetes contra Israel. En algo más de 20 minutos llegaron a disparar más de 2.000. Simultáneamente, cerca de un millar de milicianos de Hamás, utilizando camiones, coches, motocicletas, excavadoras, y hasta parapentes, asaltaban y cruzaban la valla perimetral con la que Israel tenía cercada la Franja de Gaza.
El primer gran ataque fue contra un festival de música en el que 364 jóvenes fueron asesinados y otros muchos secuestrados. Horas más tarde el Ejército israelí informaba de que la ciudad fronteriza de Sederot y dos bases militares habían sido invadidas por hombres armados llegados desde Gaza. También, otros siete asentamientos rurales, los kibutz israelíes, donde los terroristas de Hamás cometieron una masacre. Más de 1.200 personas fueron asesinadas, la mayoría eran civiles. Además, otras 254 fueron secuestradas.
A día de hoy 117 han sido liberadas. Un centenar de ellas siguen en manos de Hamás, aunque según el primer ministro israelí, la mitad estarían muertas. La respuesta de Israel fue emprender una ofensiva militar contra los palestinos de la Franja de Gaza motivada por la venganza y diseñada, no solo para acabar con los terroristas de Hamás, sino también para matar y destruir a gran escala y hacer de la Franja de Gaza un lugar no apto para la vida humana.
Donde hoy, según informes de Naciones Unidas, el 96 por ciento de la población se enfrenta a altos niveles de inseguridad alimentaria, donde las aguas fecales se desbordan y el agua potable escasea. El 84 por ciento de los hospitales y centros sanitarios han resultado dañados o destruidos y el cien por cien de los niños ya no van a la escuela.
La devastación se hace patente a lo largo de toda la Franja. 1.900.000 gazatíes han tenido que dejar sus casas. Un año después, más de los 42.000 gazatíes que estaban vivos aquella mañana del 7 de octubre, hoy están muertos y cerca de 100.000 ha terminado heridos. Una guerra que lejos de terminar no deja de extenderse por la región día tras día.
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