Ignacio Camacho: “Los obituarios de David Gistau, Manuel Alcántara y Antonio Burgos son los que más me costó escribir”
El periodista publica ‘Retratos para la eternidad’, donde recopila los obituarios escritos en ABC
“Es una especie de memoria sentimental del último tercio del siglo XX”, cuenta el autor
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El periodista Ignacio Camacho ha demostrado siempre su músculo literario en los obituarios sobre personajes célebres. Con estos artículos, de hecho, ha obtenido premios de periodismo tan relevantes como el Julio Camba, el Miguel Delibes o el González-Ruano, lo que demuestra que este género encierra tanta enjundia como los demás, pero se conserva fresco y actual un periodo mayor, “como una especie de cuadro fijado en la pared del tiempo”.
‘Retratos para la eternidad’ (Reino de Cordelia) recopila artículos publicados en ABC, el diario que dirigió en su día Ignacio Camacho y donde sigue escribiendo actualmente. “(El libro) es una especie de memoria sentimental del último tercio del siglo XX”, cuenta el periodista. Es un género del periodismo de larga data y gran tradición. “The New York Times tiene una sección de obituarios donde los redactores llaman al protagonista para pedirle declaraciones. A veces el autor del obituario fallece antes que el propio protagonista”, bromea.
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En algunos de los obituarios de Ignacio Camacho (sobre políticos y gobernantes) no falta la crítica, aunque se omiten juicios antipáticos sobre los muertos, en favor de modelos éticos o estéticos, sin renunciar a poner de manifiesto sus errores, culpas o defectos. Hay otros obituarios con un poso más sentimental. El periodista confiesa el desconsuelo al reseñar la vida de algunos amigos suyos muertos. “Los obituarios de David Gistau, Manuel Alcántara y Antonio Burgos son los que más me costó escribir”, revela. El libro termina con un recuerdo para la madre del autor. “La infancia no acaba cuando te haces adulto, sino cuando muere tu madre”, escribe Ignacio Camacho.
En palabras de José Luis Garci, "la prosa de Camacho está bendecida por esa luz convaleciente de ‘El tercer hombre’, un fulgor que alumbra el texto por fuera y por dentro, exacto al fuego pálido que se desparrama en las iglesias vacías las mañanas de otoño". Todo un brillante ejercicio de oficio periodístico.
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