Albert Molins, gastrónomo: “Si dejamos de cocinar perdemos parte de nuestra esencia e identidad”

En un mundo donde comer se ha convertido en un delicado equilibrio entre placer y culpa, Albert Molins aboga por romper las cadenas que nos atan a la contrición por disfrutar de un simple acto vital.

El periodista y gastrónomo aboga por rebelarse ante esta sociedad cada vez más puritana y sentimental, donde la sensualidad se ve relegada, y que nos exige permiso para saborear sin remordimientos. “Si dejamos de cocinar perdemos nuestra esencia e identidad”, apunta. “Por eso es importante cocinar. No es un pasatiempo”, añade.

Molins publica ahora ‘Comer sin pedir permiso’ (Ed. Rosamerón), una obra que va más allá de lo culinario para devenir una crítica social y una amena historia cultural.

Para él, aquellos que reducen la comida a un mero trámite para recargar energías se equivocan rotundamente. “El pecado original de la gula lo hemos trasformado en la gordofobia. Hemos enterrado el placer”, advierte. “Los grandes paganos aquí son los trastornos de la conducta alimentaria”, apunta.

Comer como un placer que va más allá de la simple satisfacción física

Comer es un acto social de gran trascendencia, con implicaciones culturales que se entrelazan con la vida, la muerte, el sexo, la celebración, la gestión del entorno y la relación con nuestros hijos. Es un placer que va más allá de la simple satisfacción física. Un ameno y combativo recorrido por la historia cultural de la comida. Porque todos los seres vivos se alimentan, pero solo el ser humano experimenta el revolucionario acto de comer.

El autor carga contra la moda de los restaurantes canallas. “Los restaurantes ahora son ocio y entretenimiento, más que el acto cultural de comer”, se queja.

Albert Molins es autor ‘Homo Gastronomicus’, el blog del que Ferran Adrià, en una de sus absurdas genialidades, aseguró que era el mejor de España, y también ha colaborado con Gastronosfera, Tinta de Calamar, Apicius y Bon Viveur.

En la actualidad, su principal labor es atizar a propios y extraños dentro del mundo gastronómico en la newsletter ‘Reflexiones de un gastrónomo angustiado’, que compagina con su labor como jefe de sección de Sociedad en el periódico La Vanguardia.