Albert Espinosa vuelve con una bella historia sobre los recuerdos, el perdón y el amor que transcurre el 23 de abril, el día del libro y las rosas, entre la ciudad de Barcelona y las islas de Ischia y Menorca.
Una vez más, el autor nos deleita con una literatura profunda, encarada hacia el optimismo, con tintes filosóficos. Se trata de una historia a caballo entre la ficción y la realidad. Inspiración en vena para multitud de lectores que ansían el encuentro con cada uno de sus nuevos libros.
Con muy poco tiempo desde su anterior obra, nos encontramos con 'Lo mejor de ir es volver', un libro que apunta ya de inicio hacia el contradictorio aspecto de vivir en sí. Desde las primeras páginas descubrimos ese tono de confesión del título que se desliza hacia la perspectiva del superviviente de las más intensas adversidades, solo que transmutado en una protagonista llamada Rosana. Porque Rosana y su existencia pronto apunta a un gran relato que tiene que contarnos.
Es muy probable que el paso entre hospitales durante la infancia del propio autor le aportase el conocimiento de saber que cada instante debe ser saboreado con el gusto de lo apremiante. Y esto se puede ver claramente reflejado en unos personajes confidentes de la genuina verdad, de la pena y la alegría, de lo trivial y lo fundamental.
E incluso pueden hacerse estimaciones, como ocurre en este título, sobre los días buenos y malos. Se puede cuantificar con la certidumbre de que todos tendremos, más o menos, dieciséis días oscuros, desde los que debemos resucitar cual ave Fénix, para aprovechar al máximo el resto de días que la providencia otorga siempre para compensar. Solo debemos saber cómo compensarlo.
La protagonista de esta historia se lanza a tumba abierta a narrarnos los acontecimientos de sus peores amaneceres, y son muchos, tantos como los que transcurren en un siglo de existencia.