Sebastián Castro es un reputado escribano de la Villa que, aunque tiene raíces conversas, es cristiano de nacimiento y de corazón; lo único judío qué hay en él son sus ancestros, pero se trata de una religión que nunca ha tenido vigencia, ni en su credo, ni en su corazón. Está casado con Margarita Carvajal, una cristiana de toda la vida de profundo fervor católico. Ambos viven muy dichosos con sus dos hijos. El hijo mayor, Alonso Castro, un muchacho de 13 años y Diego Castro, un bebé de meses.
Por avatares completamente ajenos a ellos, Sebastián y Margarita se ven involucrados en un Libelo de Sangre. Esto por una lado, truncará su felicidad enfrentándolos a la Inquisición y por otro obliga al hijo mayor -Alonso Castro- a salir a encarar la hieles de la vida e intentar buscar la manera de salvarlos de la hoguera que se está cerniendo sobre ellos de manera cada vez más cerca.
Entre tanto infortunio hay 3 faros que prenden un poco de luz en este camino que ha de recorrer Alonso: la amistad, la esperanza y un sueño. La amistad se la brindan Juan y Antonio, dos pícaros de los muchísimos que poblaban las calles de aquel Viejo Madrid; la esperanza late en una bolsa llena de dinero que parece manejar los hilos del destino y; el sueño que le guarda en la Universidad donde Alonso quiere ir para estudiar leyes, convertirse en abogado y ejercer ese tipo de Derecho capaz de impedir que inocentes como sus padres sufran los rigores de la Injusticia.
Con ‘Libelo de Sangre’, más allá de disfrutar de una trama que engancha –que realmente engancha- el lector viajará al Madrid del Siglo de Oro a través de sus sentidos: vista, oído, olfato, tacto y gusto, pero además, vivirá la experiencia de un sexto, uno que en este caso se desactivará y dará lugar a una placentera desorientación con respecto al momento presente. Sandra Aza nos ha prometido que habrá segunda parte de esta adictiva novela.