No soy malo pero creo que he matado a un hombre. Me desperté con su sangre en mis manos, con el sabor de la sangre en mi boca, mi camisa empapada, los ojos cegados. Por la sangre.»
Lázaro, pícaro y esclavo sexual, camarero y camello, recorre el mundo de ama en amo y de cuerpo en cuerpo. Con hambre de amor, entre promiscuidad y ternura, entre hachís, cocaína, constructores, prostitutas, colegialas, mujeres maduras, mafiosos y políticos corruptos, lucha para no ser un maltratador como su padre y para liberarse de la maldición que le persigue: El beso del canguro.
Porque el infierno es un círculo y el cielo una línea recta.