Erika es una chica que no se siente atraída por las personas sino por los objetos, se casó con la Torre Eiffel y ahora Samanta la lleva a Barcelona para ver la grúa de la que se enamoró. Además, Erika llega al encuentro con la reportera con su nueva pareja, un monopatín. “Tengo relaciones emocionales, espirituales y románticas con objetos, no con gente”, explica.
“Para mí era normal, actuaba con naturalidad hasta que la gente empezó a decirme que eso no era normal, que era diferente. No espero que la gente entienda la sexualidad objetual, solo puedo pedir que la respeten”, cuenta Erika.
"Adoro a mis amigos pero no estoy enamorada de ellos. La única diferencia con ellos es que mi pareja es un objeto, no una persona", continúa. Una de las relaciones más intensas de Erika fue con un arco, duró ocho años e incluso llegó a competir en la selección de Estados Unidos.
“¿Se pueden tener relaciones sexuales con los objetos?”, se interesaba Samanta en el momento de meterse en la cama con el patín. “Hay momentos íntimos pero el sexo no puede definirse como con los humanos, porque las piezas no encajan igual. Podemos abrazarnos y hacer cosas que son muy íntimas y afectuosas. Yo no puedo masturbarme, jamás he podido tocarme. Mis manos tocándome a mí misma… me da repelús”, explica Erika.
Los deseos que se salen de lo común siempre son mirados con rechazo, sin ir más lejos, a día de hoy todavía es diferente ser una niña que disfruta de sus clases de ballet, a ser un niño cuyo gran deseo es bailar.
Diego tiene 8 años y desde muy pequeño tenía claro qué quería aunque esto implicara ser el único niño en una clase llena de niñas. “Me preocupa más él, no lo que diga la gente, y como le puedan afectar las cosas”, asegura la madre. Samanta ha cumplido el deseo de Diego y le ha llevado a ver el musical de Billy Elliot… y no solo eso, ¡Diego ha sido Billy Elliot por un día!
Puestos a ser actriz, que sea a lo grande… Samanta quiere sentir, aunque sea por un día, protagonista de una película de acción. Dicho y hecho, Ángel, especialista de cine, ha preparado una escena de película donde la reportera ha terminado entre llamas.
La espera ha llegado a su final, después de dos años desde el día en que salió de Venezuela, Andrea por fin cumple su deseo: Abrazar otra vez a su madre. “Estoy alegre, feliz… imagínate ver a mi madre después de dos años viéndola solo en videollamada, sentir sus manos…”, aseguraba Andrea entre lágrimas. “Esto es algo muy grande, esto es un regalo que Dios me ha dado”, asegura su madre muy emocionada.
A veces entre las urgencias y las obligaciones del día a día, los deseos quedan sepultados. Es necesario aislarse para darse cuenta de lo que de verdad queremos. Samanta siempre ha querido vivir experiencias y ahora se enfrenta a una que hace tiempo que desea: La reportera se sumerge en un lago helado mientras piensa en todos los deseos que ha ayudado a cumplir.