Según la declaración de un testigo protegido, Florencio Garcés estaba siendo extorsionado por gitanos que amenazaban con difundir sus presuntos encuentros sexuales con mujeres y hombres, por los cuales pagaba. Una extorión que llegó incluso a violencia física contra el cura. El párroco sigue acusado de delitos de desfalco y contra la libertad sexual.