Han pasado más de trece años desde que se produjo el accidente en la central nuclear de Fukushima, en Japón, después de que se produjera un terremoto de escala 9 y un tsunami posterior. Y en este tiempo no han dejado de estudiarse las consecuencias de este desastre a todos los niveles, tal y como ocurriera en su día con el accidente que tuvo lugar en la central nuclear de Chernobyl, en la antigua Unión Soviética. Este cuidado no es de extrañar debido a lo dañinos que pueden llegar a ser los materiales radiactivos y lo fácil que se pueden propagar a lo largo y ancho del globo terráqueo.
En el año 2013, un grupo de investigadores del Centro Nacional de Aceleradores (Universidad de Sevilla-Junta de Andalucía-CSIC) y del grupo de Investigación Física Nuclear Aplicada de la Universidad de Sevilla, en colaboración con miembros de la Universidad de Extremadura y la Universidad Politécnica de Cataluña, midieron la radioactividad que había llegado procedente desde el accidente de Fukushima y llegaron a la conclusión de que, gracias a la lejanía de Japón y a que los vientos habían sido favorables, la incidencia había sido ínfima, es decir, no provocó ningún riesgo para la salud.
Concretamente, las medidas fueron tomadas en Cáceres, Sevilla y Barcelona y en ellas se trató de encontrar el material radioactivo que fue expulsado a la atmósfera durante los días posteriores al desastre. “Los radionúclidos de yodo y cesio emitidos por los reactores dañados de Fukushima fueron transportados a través del océano Pacífico, cruzaron Norte América y posteriormente llegaron hasta Europa a través del océano Atlántico”, explica en su web el Centro Nacional de Física de Partículas, Astropartículas y Nuclear (CPAN). Y fue precisamente la distancia tan larga la que hizo posible que el peligro no fuera demasiado grande.
El objetivo de las mediciones que se realizaron fue tanto la evaluación de los efectos radioactivos y radiológicos provocados por el incidente de Fukushima y la posterior comparación con el accidente de Chernobyl en 1986. El resultado fue el siguiente según el CPAN: “Se comprobó que los radionúclidos detectados en España procedentes de Fukushima eran el yodo 131 y algunos isótopos de cesio, elementos muy volátiles, mientras que en el caso del accidente de Chernobyl llegaron al este de España, en adición a los anteriores, otros radionúclidos tales como el rutenio 103 y 106, debido a la mayor proximidad a España”.
En definitiva, los resultados llevaron a los investigadores a la conclusión de que el impacto sobre la población española fue ínfimo y que no tuvo ningún efecto –ni tendría en el futuro– sobre la salud de las personas e incluso del medio ambiente.
Si echamos la vista atrás y no nos centramos únicamente en los efectos de esta catástrofe sobre España podemos observar que las consecuencias fueron, en algunos casos, devastadoras.
Como impacto inmediato hay que señalar las siguientes:
Por otro lado, podemos mencionar las consecuencias a largo plazo: