El problema fundamental de Vanessa han sido los principios, esa maldita conciencia a la que tenemos el deber de atender y que le dictaba sin parar: ‘sí al tonteo, no al mamoneo’.
Su Pepito Grillo interior le hizo comprender en minutos que Gustavo no era el príncipe azul que buscaba. La gallega desembarcó en esta aventura dispuesta a darlo todo por conquistar al granjero, pero poco a poco y a medida que las artes de seducción de Cristina iban cogiendo forma, el interés de Vanessa descendía en picado: ‘No me voy a prestar a ‘mamoneos’, para una mujer lo más fácil para conquistar a un hombre es enseñar pechuga, abrirse de patas y meter mano, y eso no lo apoyo’.
El desencadenante de la huída fue en la primera noche de trashumacia que pasaban fuera de la granja. Vanessa eligió pasar la noche sola, en su saco de dormir, mientras que Cristina y Gustavo lo hacía en el coche de él. No había que ser demasiado listo para darse cuenta de que en ese coche pasarían más cosas de las previstas.
Cristina anunciaba que era el momento de comenzar la guerra y desplegar la artillería pesada, y así lo hizo. Fue sutil y en su justa medida le robó a Gustavo varios besos que él no pudo rechazar.
No sabemos si el soniquete del besuqueo llegó a los oídos de Vanessa, pero ésta, sin mediar palabra con nadie, sufrió un arrebato y decidió acabar allí mismo su aventura en el programa. Per oantes, hubo palabras.
Gustavo, advertido de las intenciones de Vanessa, fue a buscar a la gallega para pedirle explicaciones, y de paso, llevarse un tremendo rapapolvo. ‘Yo no he venido a perder el tiempo, a lo mejor hay alguien fuera que merezca más la pena que tú’, le reprochaba Vanessa.
‘No me voy a prestar a ‘mamoneos’, para una mujer lo más fácil para conquistar a un hombre lo más fácil es enseñar pechuga, abrirse de patas y meter mano, y eso no lo apoyo’, afirmaba Vanessa. Gustavo quiso defender el honor de Cristina, pues estaba claro para quién iban dedicadas esas palabras, pero se llevó un par de insultos de camino: ‘Ni tú ni ella tenéis clase, estáis hecho el uno para el otro, eres un cantamañanas y un inmaduro’.
Vanessa se había hecho a la idea de que lo que Gustavo buscaba era sexo a toda costa, y no estaba por la labor de complacerle en todos los sentidos: ‘Se debe de pensar que por ser gallega debo ser imbécil, y que la otra por ser brasileña se va a comer el plátano’.
Gustavo, haciendo uso de sus buenas maneras, concluyó la bronca con un ‘que tengas suerte’ pero Vanessa arremetió con fuerza dejándole con la palabra en la boca: ‘Que no te dejen otra vez como tu ex’.
Aquel último comentario fue lo que trastocó la cabeza de Gustavo, ‘para estar a disgusto mejor que se fuera’, y así fue. Vanessa tiró la toalla a altas horas de la madrugada y sin despedirse.