Con un traje anti-radiación, dos guantes en cada mano, gafas y sin ningún tipo de autorización, Alejandra Andrade ha recorrido el núcleo de la tragedia de Fukushima: los pueblos de alrededor de la central. Concretamente, ha penetrado en la zona donde la radiactividad sigue siendo, seis años después, 20 veces superior a lo recomendado por la OMS.