Con la sensación de que su carácter no era demasiado accesible, Aurora ha venido al restaurante del amor para encontrar a un hombre que le “alegre el alma” y se ha encontrado con uno de casi dos metros que ha caído rendido a sus pies desde el minuto cero. A Miguel le ha gustado tanto Aurora que no ha dudado en que se tenía que ir a vivir a Manacor con ella.
Miguel está dispuesto a cambiar de residencia por amor, pero ha respirado tranquilo cuando Aurora le ha dicho que estaba a puntito de volverse a Toledo, su ciudad de origen, porque no había conseguido adaptarse a la isla. No sabe por qué no se ha sentido aceptada del todo y no ha conseguido que ningún hombre mallorquín le pidiera ni la hora.
Miguel le ha dicho que la entendía perfectamente porque él también estuvo en la isla una temporada y aunque le encantó vivir allí, tuvo una sensación parecida. Según cuenta, un nativo de Baleares le dijo que “o les entras o no tienes nada que hacer”. ¿Son muy suyos los mallorquines? ¿Es un tópico más? No lo sabemos, pero Miguel ha tenido claro que igual iba a estar mejor con Aurora en Toledo que en Manacor.
Quitando el lugar de residencia, Aurora y Miguel han puesto sus cinco sentidos en conocerse y se han llevado una sorpresa que no imaginaban. Se han gustado muchísimo y ya están deseando irse a bailar juntos aunque sea en una clase del gimnasio.