Carlos Sobera me espera al otro lado, nos saludamos y me pregunta sobre mis expectativas en el amor… ¿Sabrá que en realidad he ido a vivir la experiencia como periodista? ¿Alguien le habrá dicho que mi cita de esta noche es otro compañero del sector que llega para vivir, como yo, en primera persona esta aventura, conocer el nuevo restaurante y después contarlo todo a los lectores de cuatro.com?
Conozco a Matías (sí, en persona es mucho más guapo) y reparo en la nueva decoración del restaurante. Destaca la madera y las columnas de ladrillo frente al blanco que había anteriormente. Las luces, tanto lámparas como focos, tienen un papel fundamental ya que ahora no iluminan todo el set de forma general, sino que ahora se centran en los comensales, mesa a mesa. Adiós a las telas blancas que adornaban las paredes, su lugar lo ocupan unas estantería que, junto con la desaparición del césped artificial que había en el escenario superior, dan un toque más elegante (y maduro, quizás) al local. Más tarde conoceré el nuevo aseo y ‘El reservado’, un nuevo espacio donde los participantes dispondrán de una mayor intimidad para conocerse, con la ya mítica pantalla para escuchar música y mensajes enrollados que tienen como función romper el hielo entre la pareja. Estos pequeños cambios mantienen la esencia del local al tiempo que le dan un nuevo aire, más intimo y acogedor.
Llega ‘mi cita’ y nos sentamos a comer en un lugar estratégico y privilegiado, el centro del restaurante, ¿ideal para poner en marcha el plan de espionaje? Las cámaras robotizadas están perfectamente ubicadas para que olvides que te están grabando y entre cotilleo y cotilleo televisivo con mi compañero (no podemos evitar hablar del mundo en el que trabajamos) echo un vistazo a las verdaderas citas que están teniendo lugar en ese preciso momento. Dos chicos a un lado, parece que se gustan, se tocan con las manos y no prueban apenas bocado, ¿será por los nervios? Al otro lado, un chico y una chica, la escucho reír detrás de mí. Suena a complicidad. El resto, figurantes en escena, comen y beben como un miembro más del restaurante. Porque sí, hay cámaras pero esto es un restaurante con su carta, su camarera, su comida y su todo.
Suena música, toca bailar. Pues nada, a bailar ‘el cangrejo’. “Esto no se emitirá, nos advierte Sobera, “el propósito es simplemente liberar tensión”. Rezo para que así sea, nadie querrá verme bailar, os lo aseguro. Termina la comida y conocemos el Universo ‘First Dates’. ‘El reservado’, mencionado anteriormente, a la espera de conocer futuros encuentros de amor. La terraza, que ha sido ya testigo de algún que otro beso apasionado en anteriores programas.
¿Pero… qué hay encima del restaurante? ¡El equipo humano! Decenas de redactores frente al ordenador, su día a día siendo testigos de verdaderos flechazos. Pequeños celestinos. Todos suman no solo a la hora de sacar un programa adelante sino también para unir parejas, desde aquel redactor que se leyó aquella petición de aquella chica que quería ir al programa, hasta Richard Pena, el hombre al que escuchas cada día presentar a los participantes de la noche. Cerca está el lugar donde se toma la decisión final y la sala de control, donde nos recibe la directora Yolanda Martín. Allí no pierden detalle de todo lo que ocurre en el restaurante, se graba ‘a capón’ cada cita y se dejan guiar por la ilusión de los comensales. Ese es el verdadero guion del programa, el que te marca cada chiste, cada ocurrencia o cada impresión de los participantes de manera libre y espontánea.
En ‘First Dates’ los participantes se dejan llevar. Si yo he obviado la presencia de cámaras, ellos seguramente que también. No hay guion pero sí un (lógico) orden. Los camareros solo reciben órdenes de animar una cita que no termina de arrancar o de echar un cable entre dos desconocidos cuya cita hace aguas. Es lo normal, ya no solo porque se trate de televisión, su valor humano es notable y les ilusiona la idea de aumentar el porcentaje de emparejados que, a día de hoy, supera el 50%. Me despido, toca parón, por la tarde se grabará un nuevo programa y el equipo necesita reponer fuerzas. Mi labor allí ya ha concluido tras charlar con el siempre disponible y cercano Carlos Sobera.
He vivido esta experiencia con el corazón (felizmente) ocupado pero salgo enamorado de la televisión. Enamorado del equipo que hace posible ‘First Dates’, el cual vela por tu comodidad en todo momento, de su calor humano, de la cercanía de Lidia, de la sonrisa de Matías, del salero de las hermanas Cristina y Marisa, de la profesionalidad de Carlos Sobera. Enamorado de una profesión, de un trabajo que si lo amas (dijo Confucio), nunca será trabajo.