Dicen que un buen escritor puede escribir lo que le dé la gana. Igual que un buen ligón puede ligar cómo, cuándo y dónde le apetezca. Sin embargo, para aquellos ‘amateurs’ que se lanzan a la aventura de las citas a ciegas con el objetivo de conocer a alguien, cuanto menos, interesante, existen una serie de normas implícitas que no se deben romper. Tanto en el caso de los chicos como en el de las chicas, en un primer encuentro que se recordará para siempre (como todo lo que ocurre por primera vez), no puede pasar que:
1.- Alguno de los dos solteros llegue excesivamente tarde a la cita en cuestión. Imagínate que estás a punto de conocer a tu media naranja y, por el hecho de llegar tarde –por dudar demasiado del color de la corbata, por rizarte el pelo un poco más- en ese intervalo de tiempo interviene el azar y alguien se te adelanta y te roba la cita. No te lo perdonarías jamás.
2.- Que antes de que sirvan el primer plato, empieces a llamar “cariño” a tu acompañante. Sabemos que tienes unas ganas inmensas de volver a tener pareja pero demostrarlo demasiado pronto es un signo de Desesperación (sí, con mayúsculas). Palabras del tipo “amorcito”, “gordi”, “bebé”, “papi”, “pichón” o “mira qué bebe tan mono” están terminantemente prohibidas, como en los prospectos farmacéuticos. Ya llegarán en su momento.
3.- Que la conversación gire en torno a temas espinosos como “Lo maravillosa que es tu madre” y “Lo mal que lo pasaste con tu ex”. Y esto va para ambos sexos. A ellos no les interesan en absoluto tus relaciones maternales, a no ser que tu madre sea un clon de Cindy Crawford, entonces sí. Mucho menos lo de criticar a tu exnovio, persona a la que nunca han visto=su vida no les importa=qué me estás contando. Para ellas, sin embargo, el hecho de hablar de otras mujeres que son o han sido importantes en tu vida, supone una amenaza. Mucho cuidado con decir lo mucho que quieres a tu mamá (Danger) o en pasarte la noche maldiciendo a tu última novia (Danger, danger). Los protagonistas de la cita sois sólo vosotros dos. Esto es algo que no se debe olvidar.
4.- Si el objetivo final de la cita es obtener, al menos, un beso, hay que tener cuidado con el vino. Con el vino tinto para ser exactos. Esa película morada que el vinito, por muy bueno que sea, deja en los labios y en los dientes puede causar un verdadero rechazo. Tú, que te has puesto tus mejores galas, te has peinado a conciencia, te has depilado y limado las uñas, no puedes permitir que una mala elección de la bebida estropee tu aspecto y, sobre todo, tu sonrisa (porque la estropea). Pedir vino blanco siempre será más seguro.
5.- Mentir o no mentir, ésa es la cuestión. La duda te atrapará en el momento en el que tu cita te pregunte A) Si a ti te gusta el fútbol o B) Si te gusta ir de compras. Si tu respuesta es “Sí, sí, por supuesto, adoro el fútbol, siempre lo veo con mis amigos” o “Sí, claro, yo siempre acompaño a mi hermana de tiendas” para quedar bien, tendrás que mantener esa mentira no sólo el resto de la noche, sino de toda la relación. O de la vida. Lo más aconsejable, aunque se encuentren puntos de discordancia, es ser honestos. Al contrario de lo que popularmente se dice, la verdad es siempre más interesante.
6.- A la hora de pagar, no te tires un farol. Ni que decir tiene que no te puedes olvidar la cartera en casa porque, aunque sea verdad y haya sido un despiste, quedas horrorosamente mal. Él/ella pensaría que eres un gorrón/gorrona con toda justificación. Y si dices que pagas, no lo hagas esperando que la otra persona te conteste que no hace falta. Pides la cuenta y lo haces.
7.- Por último, pero no menos importante, no se puede dejar que la timidez nos paralice a última hora. Es decir, si la compatibilidad se palpa, si hay química, salta la chispa y demás sinónimos, despedirse con dos besos en las mejillas puede enfriarlo todo. Ya que te has arreglado, te has presentado en el restaurante, has sido galante, elegante y gracioso, bésala. Y, a partir de ese beso, lo que tenga que venir, vendrá.