Albert ha vivido en Kenia durante 20 años de su vida y ha vivido una aventura detrás de otra “era fotógrafo de safaris”. Ahora tiene un centro de salud en Barcelona, pero en África aprendió sobre todo a ser humilde. En el amor, ha conocido a muchas mujeres debido a su profesión, pero sus continuos viajes le han hecho muy complicado estabilizarse y formalizar una relación.
Raquel, su cita, es una apasionada de los años 60 y de la cultura que había en ese momento de respeto a la mujer. Le gusta mucho ser femenina y al verla, Albert ha visto a una mujer muy atractiva. Al saber que era de Madrid, le ha dicho que a él no le importaba viajar, pero ha metido la pata al intentar adivinar su profesión “eres profesora o enfermera”.
Mientras esperaban la cena, Raquel le ha contado que estaba estudiando arte dramático y que soñaba con ser actriz. Antes se dedicaba a la odontología y a Albert le ha parecido que había realizado un cambio muy valiente. Ha sentido que el soltero era un amor y eso que todavía no sabía que Albert había escrito un libro sobre sus experiencias en África “Desea algo, visualízalo y luego trabaja duro para conseguirlo”.
Jugando la Rasca del Amor, Albert ha tenido claro que no cambiaría nada de la forma de vestir de Raquel y ella, tras pedirle que se pusiera en pie, le ha dicho que ella tampoco porque le veía muy elegante. A ella le ha gustado mucho la sonrisa del soltero “yo me fijo mucho en los dientes”, pero “nada más”, le ha gustado él, pero no su físico.
Albert le ha contado que a una mujer le pedía “pasión, tolerancia y paciencia” y que el físico también era importante. Ella cree que el físico y la cabeza cuentan al 50% y durante la cita estaba inmersa en un dilema “de cabeza es un cien, pero físicamente no me ha gustado”.
En el momento de la decisión final, Albert ha tenido claro que repetiría la cita, pero ella le ha dicho que le encantaba, pero que no tendría más citas con él, pero “me ha encantado, es un amor”. Él no lo ha terminado de entender, pero lo ha aceptado.