Alejandro se define como una persona muy positiva y un tipo muy trabajador. Vive en Madrid y se dedica al mundo de los artistas y los DJs. Le gustaría encontrar a una persona divertida, con cero toxicidades y que sea “una chica de barrio, no quiero a una pija, no son mi rollo”.
Laura, su cita, es una chica a la que le gusta lo choni, pero que no se considera “una chonaca”. Es muy callejera y se puede tirar tres días de fiesta “ahora mismo no tengo nada que hacer”. Al saber que Alejandro vivía en su mismo barrio de Rivas ha alucinado.
La cena ha comenzado hablando de amor y Laura le ha explicado que había tenido una relación de tres años y que pasaban todo el día juntos. Él también ha tenido una única relación larga “lo pasé bastante mal, fue la peor época de mi vida, pesaba ciento y pico kilos, y me quedé en 60”.
Ella le ha dicho que le gustaban los tipos tatuados y morenitos “nunca he estado con un rubio”, pero Alejandro se lo ha tomado con humor “con lo blanquito que soy yo”. A él le gustan las mujeres espabiladas y “con cojones”, algo que ella asegura ser.
Alejandro ha querido saber qué había estudiado Laura y ella le ha contado que había hecho estética, pero que lo había dejado porque quería centrarse en su verdadera vocación que son los coches y estudiar automoción. Él se ha sorprendido y le ha dicho que le iba a quedar fenomenal el mono. A Laura le gusta que le digan piropos, pero cuando no tiene un sentimiento correspondido, se siente un poco incómoda, como en la cita.
El soltero estaba encantado con ella, le ha dicho que le había gustado mucho su físico y sobre todo, sus ojos. De hecho, le ha costado creer que realmente fueran lentillas “te quedan genial”.
En el reservado, les ha tocado darse un beso loco y Laura le ha propuesto que fuera en la mejilla porque en Alejandro ha encontrado a un chico muy majo que saludaría por su barrio, pero “de ahí a tener algo sexual con él, no”. Él sí había sentido feeling, pero se ha tomado las calabazas de su vecina con mucho humor.