A Lautaro le divierte que le digan que se parece a George Clooney, en Argentina era profesor de yoga y aquí le gustaría también poder hacerlo. Lleva cuatro años sin pareja y es padre de una hija de 26 años. No tiene un prototipo de hombre y quiere ir poco a poco conociendo a la persona.
Carlos, su cita, liga mucho más de mayor que de joven “quizás el look ayude, la barba, el pelo blanco…”. Ha viajado mucho y no es que no se sienta argentino, pero sí ha descubierto otras formas de ver el mundo. Al verle, Lautaro ha sentido que era un tipo guapo y le ha gustado que también fuera argentino. Carlos también ha visto a un tipo guapo “se le ve bien, pero no es alguien que me mate”.
Mientras esperaban la cena, Lautaro le ha contado que vino a España por amor, pero que su relación se pulverizó con la pandemia, palabra que a Carlos le ha encantado. El soltero le ha contado que vive en el sur y Lautaro le ha explicado que sus planes iniciales eran vivir en Málaga. Carlos estaba cómodo con su cita, pero ha tenido miedo de que su relación con Lautaro se convirtiera en la relación de dos argentinos que toman mate, bailan tango y lloran todo el rato por la situación de su país.
Lautaro le ha contado que en estos dos años en España había conocido a muchas personas y que estaba convencido de que buscaba una relación abierta con las pautas bien claras, Carlos no se cierra a una relación así, pero le ha confesado que él es más tradicional.
Mientras se comían el postre en el reservado, Lautaro le ha contado que tenía una hija y Carlos se ha quedado completamente descolocado “su sexualidad en un momento dado fue otra”. En el momento de la decisión final, Lautaro le ha dicho que sí tendría una segunda cita, pero Carlos le ha dicho que no repetiría “hay una etapa de mi vida que ya he pasado y no quiero volver atrás”.
También le ha dicho que no entendía el tema de su hija y de su sexualidad, pero Lautaro no ha dudado en aclarárselo y confesarle que a él los tangos no le gustan “yo soy más de reír y de escuchar rock and roll”.