Marina ha sido muy directa y expresiva desde pequeña, pero mediante el dibujo expresa mucho mejor lo que le cuesta decir con palabras. Ha tenido unas tres o cuatro relaciones, las más largas de un año más o menos, y ha vivido de todo “bueno y malo”. Estudia Bellas Artes y le gustaría hacer un máster de educación y opositar. Los chicos le gustan los hombres románticos, pero “no muy cursis”.
Rubén, su cita, tiene un punto alocado, pero también es indeciso y le cuesta hasta elegir “unas patatas en el chino”. Al verle, Marina ha visto a un chico muy guapo y le ha gustado mucho su rollo. Los dos viven en Madrid, aunque ella es de Burgos.
Los solteros se han gustado físicamente y han comenzado la cita hablando de sus profesiones. Ella le ha contado que estudia Bellas Artes y él le ha dicho que había hecho muchas cosas, pero que no era experto en nada. Eso sí, tiene claro que en diez años se ve siendo tatuador y con una casa con animales en el campo, algo que Marina no ha visto muy claro “prefiero a alguien más centrado”.
Marina le ha contado que le gustaría que un día sus dibujos llegaran a la gente y conseguir que transmitieran exactamente lo que ella pretendía. A Rubén le ha parecido genial y ha sentido que Marina era una mujer auténtica, a la que le gustaba disfrutar de la vida, pero con un objetivo claro, algo que él no tiene.
Rubén se ha mentido en un discurso sobre su enfoque en disfrutar de la vida y vivir a tope el momento, y su falta de foco en lo importante, y una meta, que le ha llevado a Marina a tener claro que eso de dejarse fluir sin rumbo no va nada con ella.